LA GRUTA OSCURA, 2

LA GRUTA OSCURA, 2/5

Héctor se sintió feliz por haber superado la picadura de aquel extraño ser del que apenas había observado nada, salvo su imponente aguijón que había separado de un certero tajo con el machete de monte.

Se sentía orgulloso de su vida. Leía gruesos libros de filosofía oriental, se creía que pertenecía al grupo de sabios y selectos hombres, casi divinos, que rigen los hilos de la vida, aunque realmente era un simple aprendiz de constructor de mundos... probablemente la palabra aprendiz también le venía grande... pero... si él lo pensaba, quiénes eran los demás para confirmarlo o negarlo...

Muchos días extendía sus manos al cielo y agradecía a los Dioses la suerte que tenía...

Se había guardado el aguijón en una caja de madera que había llevado en la mochila. Sería un bonito trofeo para mostrar a sus amistades o familiares en las largas noches de invierno...

-Devuélveme el aguijón, por favor-le dijo una voz que no venía de ningún lugar... aunque él así lo había creído al principio.

Se hizo el longuis... pasaron quince días... y de nuevo volvió a escuchar la voz mientras caminaba por la calle más ruidosa y grande de su ciudad, cuyos rascacielos apenas dejaban ver el azul del cielo.

Siguió sin darse por enterado, pero cuando estaba en una reunión con varios amigos, de nuevo resonó la voz, todavía más fuerte en su interior y lo que parecía más grave... terminaba con dos palabras... me estoy muriendo.

Ya no puso más atención a las gracias de sus amigos, se fue a casa y durante toda la noche meditó, más que durmió, sobre lo que debía hacer.

Intentó hacerse el duro, pero probablemente no existen en el mundo muchas personas que no tengan un pequeño resquicio por el que pueda colarse la compasión, y él no era de tan exigua minoría.

Una vez que la compasión había entrado en su corazón, no hubo razonamiento que le hiciese desistir.