Una fría mañana de Invierno

-El primer amor-

Otoño-Invierno en Los Andes

 

Érase una vez, una fría mañana de invierno, un día como cualquier otro, un pueblo chico llamado Los Andes, con su plaza, con su teatro, con sus nevadas, que día tras día dejaban un inmaculado manto blanco tendido sobre sus estrechas calles.
De éste pequeño pueblo, cuatro personitas sobresalían del resto de los demás vecinos. Adolescentes, tristes, soñadores... Allyson, Danny, Eyleen y Boby.

Allyson y Eyleen eran dos jovencitas amigas que a sus quince años ya habían sufrido la metamorfosis de niñas absorbidas en sus juegos a mujeres capaces de amar. Danny y Boby eran sus príncipes azules.


Los cuatro paseaban, habitualmente, felices por el parque nevado, cerca de la fuente, observando los reflejos blanquecinos de las copas de los árboles sobre el hielo, hasta que un día llegaron dos gringas a aquel apartado pueblecito bajo las imponentes y blancas montañas.

Danny y Boby, deslumbrados por aquellas jóvenes de un país tan lejano, pronto olvidaron a quienes comenzaban a entregarles un sencillo y amoroso corazón.

Allyson que precisamente la tarde anterior había caminado y soñado en un mundo de belleza y amor, sintió cómo todas sus ilusiones se derrumbaban en unos pocos segundos cuando supo la noticia. Eyleen, en cambio, más serena, le animó diciendo que pronto se cansarían de aquellas monitas extranjeras.



-¡Ahhh! –se quejó alzando la voz Caroll.


-¡Perdón! –pidió disculpas Danny quien había lanzado suave e intencionadamente una bola de nieve a la más alta de las gringas.


-Eges (Eres) un bruto –expresó con falsa indignación y lengua de trapo Caroll.


-Es que se me ha desviado un poco-respondió sonriendo pícaramente el muchacho.


-¿Sois de aquí? –Preguntó con enorme deseo de entablar conversación la segunda gringa, Bárbara.


-¡Sí! Contestó Boby.


-Nosotras hemos venido a esquiar y pasar los carnavales. Si os apetece, podríamos quedar mañana para ir juntos al cine .


-Bien-contestaron los dos jóvenes a la vez, mientras veían marcharse a las esbeltas extranjeras por el camino nevado que discurría bajo los enormes alerces.

 

 



Allyson y Eylenn se sumieron en una profunda tristeza ¿Tal vez se habían mostrado excesivamente lejanas, y sus príncipes azules les habían tomado por demasiado orgullosas, cuando en realidad eran simple y llanamente tímidas hasta la médula de los huesos? ¡Quién lo podía saber! De cualquier forma, el caso es que los pocos días que quedaban para las competencias de sky y patinaje sobre el hielo, fueron demasiado largos.


Nunca se les ocurrió a Dany y Boby que sus “amigas de infancia” anhelaban ser invitadas para asistir al último baile de los carnavales y acudir a las canchas de sky. No eran totalmente conscientes de cuánto amor había en el corazón de aquellas mujercitas incipientes.



-Entonces... ¿Mañana iremos al baile juntos no? – preguntó Danny casi dando por hecho que las gringas irían con ellos.



La mirada de sorpresa orgullosa de las "moninas" deshizo el más mínimo atisbo de esperanza de los muchachos en que así sería, y una voz metálica salió de Caroll


-Lo sentimos, hemos quedado con dos chicos de nuestro país que "recién" han llegado. Como dicen ustedes.



Danny y Boby, se quedaron más helados que los carámbanos que colgaban de la fuente de la plaza.

La mañana siguiente fue la más fría de aquel largo invierno. Los muchachos fueron al encuentro de sus amigas de siempre, pensando en desarrollar el mismo truco del lanzamiento de la bola de nieve, pero Boby no resistió ni un segundo cuando ellas aparecieron por el parque, y se acercó casi abalanzándose sobre Eyleen. Después de unos pocos segundos, ambos se esfumaron entre los árboles del parque.



Pobre Allyson. Se alegró inmensamente por su amiga, pero dio la vuelta para regresar toda compungida a su casa.Tan entristecida y cabizbaja caminaba que casi se dio de bruces con algo inesperado. Dany estaba delante de ella mirándola fijamente.



-Dios- se dijo Allyson colmándose sus ojos de diamantes engarzados.

-Perdóname- rogó Danny extendiendo sus manos.



Ya no hubo más palabras. Solamente lágrimas y un largo abrazo.


El sendero blanco fue testigo de cómo dos figuras se fundieron en una sola y luego desaparecieron en lontananza.

El río. Cuadro de la escritora y pintora mística chilena María Eliana Aguilera Hormazábal.

 

Ilustraciones: Maria Eliana Aguilera Hormazabal

Autores: María Eliana Aguilera Hormazabal/ Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

 

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