Milagro en el Aconcagua

Del cuadro El Jardín, de la escritora y pintora mística chilena

María Eliana Aguilera Hormazábal

 

Los rosados y azules teñían el aire de aquel día de verano. Ingrid esperaba a su amado John. Ya hacía tantos años que se amaban, que cada célula de su cuerpo se había transmutado y reflectaba el inmenso amor que se profesaban. El que estuviesen lejos, cada vez había sido menos impedimento. En realidad, la unión de dos almas solo es posible porque los seres humanos están separados, de la misma forma que un águila vuela porque existe el aire que ofrece su resistencia. Si Ingrid y John, o cualquiera que aspirase a vivir en el mundo espiritual, estuviesen físicamente juntos, todo se desvanecería como un castillo de naipes, pues ese mundo se mantiene por la utilización del pensamiento. Y para pensar se hace casi imprescindible estar “en soledad”.

 

La luz de John se insufló lindamente en la esfera de Ingrid y una vez más ocurrió el milagro de la unión que colmaba a ambos de paz. El mago envolvió al hada con colores e Ingrid entonó un cántico que, ascendiendo en espirales, se podía escuchar en todas las montañas. Innumerables seres vivientes esperaban impacientes el canto del hada y los resplandencientes colores del aliento del amado John.

Y así, día tras día, atardecer tras atardecer, todos los devitas o angelitos constructores colaboraban con cariñoso agrado en la construcción de aquellas melodías.

A pesar de ser verano, existían inmensas zonas de nieve perpetua y en la noche podían alcanzarse muchos grados bajo cero.

En arrobamiento cósmico, engalanados por sus cánticos vespertinos, Ingrid y John ascendieron a las cumbres. Caminaron como nubes vaporosas sobre las delicadas flores mientras Linnsss revoloteaba impaciente y ávido de nuevas aventuras.

¡Nuestro Linnsss!

 

En un momento determinado algo insólito ocurrió. Un violento resplandor fulguró en la lejanía. Los jóvenes pensaron que tal vez había ocurrido algo misterioso, y envueltos por Linnsss se dirigieron hacia aquella zona. Al principio no vieron nada y regresaron al jardín, pero Ingrid había cambiado de estado de ánimo y su corazón había perdido la alegría danzarina. Le rogó a John que diesen otra pasada por la zona norte . De nuevo volaron y esta vez, sí vieron algo. Había un avión incrustado bajo la alfombra blanca. Los supervivientes tiritaban de frío.


-¡La mayoría son niños!-exclamó sobrecogida la doncella de ojos de océano.


Estaban todos a punto de helarse y alejados del avión esperando una segunda e inminente explosión. Ingrid y John contemplaban aquella delicada situación, y aunque deseaban cobijarles, no sabían cómo. La joven, atormentada por el dolor de aquellos niños, les abrazaba, pero sus delicadas manos atravesaban los infantiles cuerpos sin ser capaces de establecer contacto .

Ella miró a John y le pidió que utilizando su magia, les envolviera en una esfera.

 

El mago rogó a Ingrid que le abrazara muy fuerte, y ambos se situaron justamente en medio de los supervivientes. Acompasados por el canto de Ingrid, iniciaron la construcción de una esfera de luz. El hada sabía que cuanto más abrazase a John, más calor desprenderían.

¡Cómo describir el trabajo mágico de aquellos dos seres de luz!

Tal vez nos podríamos hacer una idea aplicando nuestra imaginación y nuestra capacidad de visualización.

 

Los dos cuerpos de luz creados por las mentes de los magos se posaron en el centro de aquellos muchachos. Luego se abrazaron unidos por un amor abstracto y por lo tanto eterno. No es un amor a una forma física determinada. Es una atracción producida por su capacidad de visión del Universo. Esta atracción es como mirar a la lejanía y poder contemplar la creación del mundo a la vez. Creer en la inteligencia, sabiduría y bondad de las mentes rectoras. Es sentirse uno en el inmenso océano de vida que es el Espacio. Es la confianza en que un orden cósmico proporciona los campos de actuación de las conciencias. Es saber que hay devas y ángeles que a una palabra nuestra modifican la materia viva, pues ellos son serviciales por naturaleza. Es confiar en que después del dolor y del sufrimiento viene la sabiduría y la alegría danzarina. Es en definitiva la visualización de lo más Sagrado que unos seres humanos pueden conseguir.

 

Y esa es la unión de dos almas en la eternidad del espacio y del tiempo. Y ese era el poder de nuestros héroes.

 

Una vez establecida esa fuerza, lo demás es relativamente sencillo, pues hay fuerzas a nuestro alrededor que nos ayudan. Y así, se fueron tejiendo gran cantidad de lotos luminosos dorados que sirvieron de estructura para que la energia se distribuyese. Podríamos contemplar numerosos cordones dorados repasando incansablemente los corazones de Ingrid y John, que luego atravesaban los cuerpos de los muchachos. A su vez todas esas líneas envueltas por varios círculos o franjas más grandes en sentido horizontal que giraban continuamente y conformando una gran esfera de tono rosado y azulado interseccionada por brillantes y multicolores puntos.

 

Ingrid y John estaban exhaustos cuando un helicóptero encontró a los accidentados. Ya no podían más. Unas horas más tarde llegaron soldados de un destacamento de montaña, incluidos entre ellos algunos marinos del buque insignia de Chile, La Esmeralda, que se habían alistado como voluntarios, pues varios de sus hijos estaban entre aquellos niños.


Algunos pequeños balbucearon algo medianamente inteligible y que luego se comprendería:


Una essssssssssssfeeeeeeeeeeeraaaaaaaaaaa

 

 

En realidad el percance no había ocurrido lejos de Portillo. En línea recta, a través de las inmensas montañas, a unos veinte kilómetros del Salto del Soldado. Bajaron a los muchachos a un hermoso colegio de la ciudad de Los Andes que limita con la carretera a Valparaíso y Viña del Mar . Junto al precioso campo de fútbol de hierba, en un enorme gimnasio, permanecieron los rescatados hasta que todos los padres de los niños pudieron recogerles.

 


El Mercurio entrevistó a dos niñas que se llamaban Vale y Perla



-Sí. Eran dos seres luminosos que se abrazaban. La mujer entonaba hermosas melodías…y nosotras ... ¡Estábamos tan bien allí junto a ellos!



Y tal vez todo habría pasado como una anécdota o como una bella alucinación colectiva, si no hubiese sido por un segundo extraño y simultáneo acontecimiento. Ese mismo día descubrieron en un hermoso jardín de una casita de Los Andes a una anciana de cabello blanco que había muerto sentada en posición de loto dentro de un círculo formado por flores lavanda. En el suelo, junto a ella, había depositada una novela titulada “Ingrid y John o Unificación de las Almas”

Allá arriba en los cerros, en el lugar de la salvación, se dice que algunos montañeros adivinaban al atardecer la silueta de una esfera luminosa.

No se sabe si hacer caso a los fatigados montañeros, pero sí que es verdad, y todo el mundo lo puede comprobar, que, sobre aquellos riscos, permanentemente vuelan dos águilas trazando círculos entrelazados como un signo de infinito. También se cuenta que en las noches de intenso frío, el canto de Ingrid envuelve las hermosas cumbres nevadas y que refulgentes tonalidades de colores semitransparentes, iluminan a los montañeros extraviados.

 

 

 

Ilustraciones: Maria Eliana Aguilera Hormazabal

Autores: María Eliana Aguilera Hormazabal/ Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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