DE HOMBRES Y DIOSES NEREA Y JAZMÍN
Hace muchos años conocí a un extraño hombre, según él de pura raza gitana, aunque nunca lo habría dicho, pues su indumentaria era de lo más normal: un pantalón vaquero, una camisa de color azul claro y una chaqueta a la vez que deportiva podría servir para ir a una oficina.
Normalmente, en mis paseos con el perrito, no me siento, pero era un día de agosto, había calima, y cuando apenas llevaba doscientos metros bajo el imponente sol de las seis de la tarde, necesité sentarme en un banco, bajo el delicado cobijo de un árbol que todavía no se había desarrollado completamente.
Su débil sombra me pareció un regalo del cielo.
Un señor mayor, probablemente de más de ochenta años se detuvo y me pidió permiso para sentarse en el mismo banco.
Un tanto de mala gana, pues casi siempre he disfrutado de un paseo en soledad, accedí. El hombre se dio cuenta, pero también estaba mermado de fuerzas.
Hay detalles que no recuerdo, como por ejemplo, qué fue lo que dio origen a su relato, tal vez, la sequía que estábamos sufriendo desde finales de abril.
-Antes, por lo menos , había tormentas de verano casi todos los días-dije recordando mi niñez. -Así es -contestó el hombre mayor- pero es que antes se creía más en Dios. Le miré atentamente, era de lo míos -me dije, y él adivinó mi pensamiento, o tal vez antes de sentarse ya sabía que yo era un hombre místico y soñador.
Si tiene cinco minutos, le contaré una historia -me volvió a pedir permiso.
Mi desconfianza y mi timidez comenzaron a esfumarse. Le dije a mi perrito que se estuviese quieto.
¿Sabe? Soy de pura raza gitana. Originario de la India, lugar donde habitan los Dioses.
Aquella frase me encantó y me elevó hacia los Himalayas. Miré para otro lado disimulando una lágrima que se había abierto paso. Allí "moraba" el Maestro Tibetano, cuya sabiduría admiraba profundamente.
-Mi madre -continuó el hombre mayor- era una verdadera Maga. Parece ser que había heredado algunos poderes, y también una enorme humildad, virtud que hizo que nadie realmente supiese de sus divinos valores.
Miré a aquel hombre, tenía un enorme brillo en los ojos.
-Bueno... continuaré con el tema que habíamos tocado, el de la sequía.
-Ah, sí, es verdad -dije.
-Hacía siete meses que no había caído ni una gota. Era finales de septiembre, y los campos parecían desiertos. Los agricultores miraban al cielo esperando la tan ansiada agua.
-¿No sacaron en procesión a San Isidro?-pregunté.
-No. Los ancianos devotos agricultores habían muerto, y los nuevos sólo creían en sus tractores y en sus cosechadoras.
-Época triste en la que vivimos-añadí.
-Sí... es muy triste no creer en Dios.
Le miré... Él continuó su relato.
Mi madre se apiadó de aquella situación, y en silencio, meditó sobre la forma en que invocaría a Varuna. -El Dios de las Aguas- dije. -Exacto. -Usted no se ha sentado aquí por casulidad -añadí. -Exacto -me volvió a decir. -Mi madre, ideó un plan para invocar a Varuna, pues nunca lo había hecho.
-¿Sí? -pregunté intrigado.
-Imaginó que volaba hacia el Océano Atlántico. En su vuelo se zambuyó en las aguas profundas. Y allí invocó al Divino Varuna en esta forma. Divino Varuna, te ruego por nuestra España. Ella es una de tus esposas. Habita a tu lado. Con un nombre o con otro siempre te ha amado. Por favor, no dejes que nos muramos. Los árboles, las plantas, los animales y los humanos necesitamos tu esencia. Divino Varuna, atiende mi invocación. Si no es por los humanos, sí por todos los seres que habitan en esta tierra.
Después de unos segundos en silencio, el hombre continuó.
Mi madre se imaginó que era un dragón de mar, y después de hacer varios círculos en su honor, emergió hacia las nubes formando espirales.
Por un segundo se imaginó tener el tridente y marcó con él las tierras de España.
Y así lo hizo por varios días.
-¿Y? -pregunté impaciente.
Mi madre se olvidó. Incluso me dijo que se sintió estúpida y arrogante, por creer que su invocación tendría éxito.
-Vaya, qué pena...
-Dieciséis días más tarde, llovió-añadió.
-Pero... claro... podía ser porque tenía que llover..-le dije. -Exacto.
-Por lo menos lo intentó.
-Sí... así fue... pero...
-¿Sí? -pregunté. Dibujo extraído de https://www.pinterest.es/pin/561964859743461149/ -Parece ser que con las nubes aquellas, vino un espíritu de las aguas que la acompañó hasta su muerte.
-Tal vez era fantasía -indiqué un tanto decepcionado.
Probablemente, aunque ella le llamaba Jazmín... y me aseguraba que cuando estaba triste, miraba a alguna nube perdida, y allí estaba él.
-Bonito cuento -le dije despidiéndome de aquel extraño hombre.
Y me pregunto muchas veces, por qué aquel anciano me narró aquella historia.
Y... la verdad... no encuentro ningún sentido... Tal vez lo averigues tú, lector.
Autor:Quintín García Muñoz
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