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LAS DOS SERPIENTES

El aprendiz de Mago (4)

 

 

la cueva de los cuentos

Centros de energía del hombre.

 

 

 

 

     Juan,  después de muchos años de estudios, abandonó el camino que había iniciado desde  tan niño, y si bien parecía que se había convertido en un “ateo” , la esencia que albergaba en lo más profundo del  corazón aguardaba su momento para resurgir.

 

 

     Parecía que tenía estrella, pues en donde algunos habían fracasado, su obstinación, así como la ayuda de otro mago,  había generado éxito.  Cómo aprendió a respirar, a meditar con las esferas, a abstraer imágenes, a activar el centro del corazón, a  fusionar la meditación y la respiración, fue durante un penoso a la vez que mágico camino que tardó en recorrer más de veinte años. Sin embargo, de alguna forma todo aquel bagaje de conocimientos nuevos  estaba encajando como las piezas de un rompecabezas,  que su Alma le estaba ayudando a recomponer. A eso tal vez se le podía llamar estrella o suerte.

    Y así llegó aquel día frío pero en calma, en el que, caminando entre romeros, tomillos, y contemplando la nieve del  Moncayo, de La Sierra de Guara, y de las  más alejadas y altas cumbres de los Pirineos, desentrañó uno de los misterios que permanecía sin resolver en su mente desde la infancia.

 

 

 

     Primero, como era ya una arraigada costumbre, dedicó  unos minutos a respirar profundamente. Respirar profundamente no significa solamente llenar los pulmones de aire; además a cada inspiración se añade la cualidad deseada.

 

 

 

 

 

 

Por ejemplo si deseamos adquirir sabiduría, paz y armonía, dotamos al aire que penetra en nuestros pulmones con la imagen deseada. Desde el punto de vista científico, todavía esto tal vez es un poco absurdo, pero puesto que desde el punto de vista esotérico se da por sentado que La Naturaleza está dotada de Vida, y el acto  de atribuir una intención a esa respiración hace que además del oxigeno y demás componentes físicos penetre en nosotros las facultades deseadas. Podría decirse que es autosugestión. Sea como fuere, esa forma de adquirir hábitos, virtudes y energía cualificada funciona. La explicación nos llevaría a un  estudio más profundo de los diversos planos en los que se divide el Cosmos, es decir, plano físico, plano etérico, plano de sentimientos, plano mental...etc.

     

 

 

 

Después, Juan visualizó una línea blanca ondulada que ascendía rodeando en forma de espiral la columna vertebral. Después otra  espiral , espejo de la primera. Y sintió cómo una enorme vitalidad y un agradable frescor aumentaba directamente proporcional a la verticalidad y rapidez de las mismas.

LA CUEVA DE LOS CUENTOS

Caminando por el monte

    Aproximadamente  a los quince minutos de trabajar alternativamente con las dos líneas, así como simultáneamente, y embebido en un agradable y sutil placer, no pudo por menos que recordar la imagen simbólica y que permanentemente se observa en cientos de lugares. 

 

 

 

Dos serpientes enroscadas que ascienden por una espada. Incluso en las farmacias aparece el símbolo de una serpiente que serpea hacia arriba para inclinarse sobre una copa.

    

 

¿Quizás quien diseñó aquel símbolo intentaba decir que el ascenso de la energía desde la base de la columna vertebral depositaba su esencia en la caverna del cerebro o más concretamente sobre lo que se conoce como el “alta mayor” ?

 

 

El aprendiz de mago impulsado por la visualización  rápida y el anhelo por sentir su inmensa, refrescante y revitalizadora fuerza, observó cómo las líneas  blancas y onduladas  transmutaron en dos serpientes que ascendían por la columna.

     Al principio no le dio mayor importancia, pero cuando llevaba tres cuartos de hora practicando el mismo ejercicio, comprobó con espanto cómo asomaban  a cada uno de los lados de su cuello, las cabezas  y  las lenguas bífidas de las dos ofidios. Ya sabía que todo era su mente, pero eso no impedía que tuviese la  terrible sensación de que eran de verdad.

    -Tranquilo-se dijo-no ocurre nada.

LA CUEVA DE LOS CUENTOS

Las dos serpientes

 

     Se  marchó a dormir con dos serpientes en su cuello. Le parecía extraño que nadie más las pudiese  ver. Incluso en la almohada todavía mostraban sus lenguas.   A la mañana siguiente como ya parecía que habían menguado en intensidad, las imaginó de color dorado. Y por fin desaparecieron.

     Aprendió que las serpientes que habían anidado en su pecho de niño, habían sido sencillamente las energías negativas producidas por el terrible impacto de aquellas secas e hirientes palabras dichas por el  envidioso, posesivo y celoso marido de doña Isabel.

     “Quiero merendar ¡Ya!”

    

 

Texto e ilustraciones: Quintín García Muñoz

 

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