Narraciones Fantásticas

Imaginación creativa y energía

El aprendiz de mago (2.B)

 

El largo camino que va de la lógica y el razonamiento hasta la visualización y la creación mental.

     Envuelto por la calidez de una mañana de verano, a escasos metros del Mediterráneo, Juan comenzó su paseo diario. Mas allá de las adelfas, la carretera que se dirigía hacia la ermita de Santa Lucía ascendía entre los algarrobos y los pinos de la Sierra de Irta.

     Si bien, a los ojos de un casual observador, Juan era como un turista más, ataviado con la indumentaria propia de quien va de excursión, en su caso, caminar era una imperiosa necesidad espiritual. Nunca había sido capaz de meditar en un recinto cerrado. Siempre había necesitado andar, contemplar los abiertos espacios de su Aragón amado o cualquier lugar en el que se encontrase  y respirar profundamente hasta absorber cada brizna de aire que le rodeaba.

    ¿Qué era la vida? ¿Qué propósito encerraba nuestro incompresible existencia zarandeada por circunstancias unas veces adversas y otras beneficiosas? ¿Existía Dios? ¿Existía la vida del más allá?

   Preguntas que Juan , al igual que cada ser humano, se hacía , y que apenas tenían una respuesta definitiva y convincente. Ello generaba un impetuoso torrente de palabras que fluían por su mente hasta quedar exhausto. Pensar, en realidad, significaba hablar consigo mismo.   Aquellas dudas solo conseguían cansarle. Y tal vez cada cierto tiempo, tras razonamientos y más razonamientos, refulgía un instante mágico en el que surgía una imagen que provisionalmente parecía  dar sentido a su vida con un destello de  luz y verdad.

   Coincidiendo con la tremenda subida, su mente debía de detenerse y decirse: Que sea lo que Dios quiera. Yo intento estudiar, pensar,  explicarme el mundo, encontrar su sentido, pero no puedo llegar a más. Y tras varias horas de razonamientos lógicos que finalizaban  en un bucle infinito del que no se podía escapar,  se detenía y lo único que quedaba era disfrutar del hermoso paisaje.

Islas Columbretes, desde la Sierra de Irta.

    En esos momentos había ascendido tanto,  que el mar aparecía casi infinito y plateado. Sus aguas, vistas desde aquella altura, aparentaban estar tan quietas y tranquilas, que se semejaban a un gran espejo en el que se reflejaba  la luz del sol naciente. Más allá, difuminados en los refulgentes brillos, casi sobre la línea del horizonte, surcaban algunos barcos muy  cerca de  las minúsculas Islas Columbretes.

     La paz, la calma, el amor universal,  la admiración, el profundo respeto por la creación de tan inmarcesible belleza, relegaban a un segundo plano  el indescifrable enigma de la grandeza  e impersonalidad del Universo.

Sin preguntarse nada, sino simplemente aspirando la fragancia de los romeros, deleitándose con la brisa de la mañana estival, continuaba, por el camino que ascendía  y serpeaba hasta la cima de los enormes cerros verdes. Y ahora el cansancio físico apenas le permitía seguir.

    A  su izquierda un pequeño torreón de la edad media, condujo a su incipiente imaginación  hacia la época del Papa Luna. Seguro, que sus soldados habían pasado por allí, pues Peñíscola distaba unos veinte kilómetros. Por un segundo, Juan se trasladó a aquella época. Se sintió feliz de saborear aquel instante de la historia. Seguro que el Papa Luna pasaría muchos momentos de placer intelectual y aislamiento espiritual, lejos del torbellino mundanal,  en una biblioteca repleta de grandes libros, maravillosamente adornados con diminutas filigranas multicolores y preciosamente bañados en oro y azul.  Seguro que sus soldados permanecieron en ese pequeño torreón  haciendo guardia, y hablando de lindas mujeres y largas partidas de dados y cartas. Contarían alguna hazaña y proeza o bien suya o de algún amigo, beberían vino hasta sentir cómo les resbalaba por las comisuras de los labios y les vertía sobre sus fuertes cuellos. Seguro que dirían más de una palabra soez y reirían a carcajada limpia.

   ¡Qué feliz nos parecía cualquier tiempo pasado como decía Jorge Manrique! -Pensó Juan.

   Y aquellos minutos le llenaron de alegría. Por un segundo era como si aquellos soldados   le dijesen: ¿Ves? Nosotros también hemos vivido penas y tristezas, pero La Vida continúa imparable, y ahora estás tu ahí, pensado que eres el único que ha sufrido. Pero no es así. Miles, millones de seres humanos hemos amado, hemos padecido los terribles golpes del destino y hemos sobrevivido a miles de experiencias desagradables. No te preocupes tanto por tus insignificantes pensamientos y vive, respira, ama.

     Juan se sintió alegre, fuerte. El cansancio había desparecido de repente, e inició el regreso  totalmente revitalizado por aquellas imágenes.   Resultaba, pues,  que una visualización en el plano mental le había regalado una enorme fuerza.

  Se hizo consciente de que por lo menos había dos formas de utilizar la mente. Una que era como una interminable y agotadora conversación consigo mismo para intentar desentrañar los enigmas con palabras y conceptos y otra, la utilización la imaginación creativa cuyo agente era la visualización.

  Era un pequeño peldaño hacia un nuevo mundo. El mundo de las imágenes y la energía. En definitiva una puerta hacia la magia mental.

 

Texto e ilustraciones: Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

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