LA
FUENTE DE LA VIDA
I
Juan había sido a lo largo de sus ya cuarenta años cumplidos
un perseguidor de la Sabiduría Eterna. Pero estaba cansado de
la Vida. Hasta tal punto que no tenía apenas fuerzas para un
sostenerse en pie, ni un solo día más en el desierto que
a veces es la Tierra. Caminó hasta la extenuación
y se sentó recostado en el tronco de uno de los pocos pinos que
quedaban en la árida región donde vivía.
Allí cerró los ojos y pensó que ya nunca más
los volvería a abrir. Su mente fue dejándose llevar por
el viento y éste le fue conduciendo sin apenas darse cuenta hasta
un lugar que no existe en forma física, sino que está
hecho de luz.
Algunos le llaman Shamballa, o el Lugar donde habita el verdadero Rey
de La Tierra, conocido por muchos nombres, según las épocas.
A veces se le nombra como "El Eterno Joven".
Juan
apenas podía ver la figura del Ser Supremo del planeta, pues
la luz que reflectaba su cuerpo etérico era casi tan potente
como el Sol del medio día.
-¿Qué
quieres amado Juan? le preguntó el Eterno Joven.
-Señor. Estoy muy cansado.
-Dime pues, qué deseas.
-Tal vez os parezca terrible.
El Infinito Ser de Eterna Juventud le miró con tanto amor que
Juan sintió la suficiente confianza para expresarlo en voz alta,
pues muy bien sabía que nada podía permanecer oculto al
ojo que todo lo ve de quien es conocido también por Sanat Kumara.
-Señor... -titubeó.
-¿Sí?
-Deseo morir.
-¡Ah! -¿Es eso?
-Señor.
Deseo morir de verdad. Que nunca más pueda volver a reencarnar.
Que mi Alma se disperse a los cuatro puntos cardinales y que jamás
vuelva a nacer ni en este mundo ni en cualquiera que pueda haber en
los Infinitos Universos.
El
Eterno Joven miró con infinito amor y voluntad a Juan. Bien conocía
aquel momento crucial en la vida de cada nuevo creador. Perfectamente
recordaba cuando hacía millones de años que él
había vivido aquella misma situación. Es el instante en
que un ser humano debe decidir el camino que es libre de tomar. Hasta
ese momento ha debido trabajar en la oscuridad, en la inconsciencia
de la verdadera realidad del mundo de la luz y las energías.
Fueron apenas diez segundos humanos de silencio.
-Vamos a hacer una cosa Juan.
-¿Sí?
-Te concederé tu deseo dentro de un año...si para entonces
piensas lo mismo.
-Gracias Señor. -respondió Juan. Y justo cuando fue concedido
su deseo algo ,todavía brumoso, se removió dentro de su
alma.
-Juan.
-¿Sí?
-Te voy a regalar algo.
-No es necesario amado Eterno Joven. Ya me habéis concedido lo
que más anhelaba.
-No importa. Deseo otorgarte algo más.
-Gracias Señor.
En aquel instante El Eterno Joven, Sanat Kumara, tomó de su corazón
de luz y de su frente brillante dos pequeños puntos de energía.
Mezcló ambos y luego tocó el centro cardíaco de
Juan, o centro de energía que está detrás del corazón
físico, y dejó adheridos aquellos trocitos de materia
etérica de luz inmarcesible. Juan se desvaneció y despertó
sobresaltado y sorprendido de que las estrellas ya titilasen en el cielo
de color azul índigo. Descendió con el corazón
alegre. Nunca había sentido aquella paz y gozo. Siempre había
permanecido bajo la terrible presión que habían ejercido
el dolor y el sufrimiento a lo largo de su dilatada vida...
Pero ahora... se sentía ligero como un diente de león,
como una minúscula pluma que es llevada por la dulce brisa que
asciende desde el mar a la montaña.
III
Le
quedaba un año para desaparecer del mundo. Ya nunca más
sufriría. Nunca más tendría que soportar el dolor.
Si los humanos se dedicaban a hacer guerras...allá ellos. Si
todos los bosques se pegaban fuego... qué le importaba. Si los
estafadores financieros dejaban a millones de trabajadores en la miseria...
era lo mismo.
Él ya no tenía problemas. Dentro de muy poco, no Existiría,
ni tampoco Sería.
¡Eso sí que era maravilloso!
Sin embargo... Siempre hay un pero...un sin embargo...un si no fuera
por...
Un día de invierno, cuando los humanos comprenden que La Naturaleza
todavía puede ganarles la batalla, cuando millones de pequeños
y diminutos seres son envueltos por una terrible ola de frío
que deja bajo su blanca capa cientos, tal vez miles de automóviles,
se encontró de bruces con Ella. Sus miradas se cruzaron. Él
iba envuelto en un cálido abrigo. Ella transitaba con una parca
desgastada. Sus viejos y grises vestidos realzaban la blanca piel de
su rostro.
Los enormes ojos quedaron impresos en la mente de Juan...Y sin pensarlo
dos veces, se quitó el abrigo y lo puso sobre los hombres de
aquella mujer.
-Disculpe- le dijo un tanto sorprendida. Se ha debido confundir, yo
no soy una vagabunda.
-Lo siento. Vi su rostro y sencillamente deseé que fuese feliz.
IV
Ella
le miró y aceptó el abrigo.
-¿Cómo se llama? -preguntó al hombre.
-Juan... ¿Y usted?
-María.
-¿Va muy lejos?
-Voy
a casa de mi hermana, tengo que cuidar dos niños pequeños,
pues ella se va a trabajar.
-Si
le parece, le acompaño.
María penetró en la profundidad de los ojos de Juan. Eran
tristes y a la vez alegres. Algo extraño. Pero no cabía
la menor duda que encerraban un inmenso fuego.
-¿No tiene usted frío?
-Bueno... Un poco -contestó el hombre. Pero la verdad para el
tiempo que me queda por vivir, ya...de cualquier manera se pasa.
-No diga eso. ¡Por Dios! No sabe lo que dice.
-Ya lo creo.
-Lo dudo-continuó ella. En cambio yo sí lo sé.
-No la entiendo.
-Tengo una enfermedad y los doctores me han dado poco más o menos
un año de vida.
Juan instintivamente tocó el hombro de María.
-Lo siento.
-Bueno, tampoco es para tanto. No me queda nadie en este mundo, salvo
mi hermana y mis sobrinas, así es que tampoco voy a echarlo de
menos.
Lo cierto es que nada más ver los ojos de María, Juan
se había enamorado de ella. Y algo que deseaba para sí
mismo, la muerte total, ahora le había llegado hasta el corazón
el hecho de que hubiese alguien que quisiese o no pasaría obligatoriamente
por el cedazo del Ángel exterminador..
-No ponga esa cara, hombre, que a mi de verdad no me importa. Por cierto...
usted me iba a decir algo importante...
-¡Bah! ... no era nada esencial. Tranquila.
Había transcurrido media hora y habían llegado a casa
de la hermana de María.
-Gracias por prestarme su abrigo. Iba feliz, dentro de él.
-Quédeselo por favor-rogó Juan.
-¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! ... gracias, pero no es
para una mujer.
-Entonces...prosiguió Juan- Déjeme que la espere y la
acompaño de vuelta a su casa para que no pase frío.
María escrutó los ojos de aquel niño. Y supo que
necesitaba más su ayuda que ella la de él.
-De acuerdo.
V
Cuando
María salió, Juan ya estaba esperándola impacientemente.
Y así transcurrieron los días de aquel largo invierno.
Unas veces sonría ella, y otras él. En muchas ocasiones
ambos reían al mismo tiempo y sus manos se entrelazaban con profundo
amor.
Los ojos de ambos brillaban, y sus caras resplandecían. La Primavera
fue maravillosa para los amantes. Los largos días soleados les
deparaban interminables paseos por los parques de la ciudad... Y durante
el Verano, se sentaron muchas veces en un quiosco y tomaban ricos refrescos.
-Te amo- decía María a Juan.
Él, era un poco más vergonzoso, y en muy pocas ocasiones
dijo las dos palabras mágicas. Pero muchas veces, especialmente
en soledad, las lágrimas rebosaban y resbalaban por sus mejillas.
No se podía rendir. Ella viviría. Utilizaría su
magia para salvarla.
-¿Qué piensas amado Juan?
-No...nada-disimulaba..Que eres muy bella.
VI
Ya
hacía varios años que no había realizado un verdadero
trabajo mágico. Cuando no podían pasear juntos, Juan caminaba
en solitario por los páramos desérticos que rodeaban su
ciudad. Y paulatinamente fue perfeccionando su sistema de trabajo mágico.
Tras respiraciones profundas y pausadas y el ascenso de ríos
de luz en espirales que ascendían por su columna hasta más
allá de la cima de su cabeza, abrazaba la figura luminosa de
María, y atravesaba los dos corazones etéricos con hilos
de luz y a veces verdaderos ríos de fuego, que formaban cuatro
pétalos gigantescos.
Es la única manera que se le ocurría para que el fuego
de su corazón, regalo del Señor de La Tierra, pudiese
quedarse en el corazón de su amada. Y día, tras día,
hora tras hora, minuto tras minuto, hasta que caía en la extenuación
total trabajaba mágicamente de aquella forma.
-Hoy me siento muy feliz, Juan. Es como si tuviese mucha más
energía, estoy eléctrica, así como si necesitase
dar saltos-decía sonriendo María.
Juan la escuchaba pero no le decía nada. Sin embargo aquellas
palabras eran la confirmación de que la magia funcionaba. La
enfermedad de María, tal y como habían dicho los doctores,
había progresado, y en el invierno, justo cuando faltaba un mes
para la fecha en que terminaría el plazo dado por el Eterno Joven,
la mujer de ojos resplandecientes perdía la energía y
apenas podía levantarse de la cama. Juan hacía lo que
podía. Y si bien su magia tenía resultados sicológicos
y a veces físicos, estaba claro que una cosa era dar energía
y otra más distinta que esa energía transmutase la materia
aquejada con una enfermedad milenaria, que ya venía de muchas
generaciones en la Humanidad. Y cuando faltaban solamente cinco días
para cumplirse el año, el mago caminó hasta el pino donde
había reposado y viajado a Shamballa.
Su corazón le llevó raudamente hasta los aledaños
del Palacio Etérico que extiende su luz sobre toda la faz de
La Tierra.
Una puerta inmensa se abrió y apenas nada veía debido
a la luz que despedía su interior.
Volvió la mirada hacia atrás y entonces observó
que había un estanque con peces de colores.
Un joven le observaba y le llamó por su nombre.
-Hola Juan.
-El corazón del mago solo pudo resistir aquel sonido gracias
a las lágrimas que como un torrente salían de las cuencas
de sus ojos. Se acercó hasta el joven y le abrazó con
tanto amor como el que tenía a María. O tal vez debería
decirse que abrazaba a María con tanto amor como abrazaba al
Joven de los Eternos Días.
Pasados unos minutos, cuando toda su pena se había esfumado,
se arrodilló.
-Amado Señor del Mundo vengo a imploraros algo.
-Levanta, amado Juan, y dime.
-Señor...faltan cinco días para que se realice mi petición
anterior.
-¿Y? -le miró el Sagrado y Eterno Señor de la Eterna
Juventud.
-Deseo que ella viva.
-Sabes que eso no es cosa tuya. María debe seguir los caminos
que le dicta su Alma.
-Señor. Que viva. Yo seré vuestro humilde servidor.
-Es algo que ella debe decidir, amado Juan.
El mago ya no supo qué contestar. Podría haber dicho muchas
cosas pero bien sabía que todas las sabía El Sagrado de
los Sagrados de esta Tierra y representante del Corazón del Sol.
Durante unos segundos humanos el silencio y las lágrimas de Juan
llenaron aquel acogedor jardín. Entonces ocurrió algo
extraordinario.
-Señor-dijo una niña desde un poco más atrás.
-Dime María contestó el Eterno Joven.
-Deseo vivir más tiempo con Juan... Si fuera posible.
Juan tornó la vista hacia la niña, quien sin duda alguna
tenía el rostro de su amada.
-Entonces Juan... es el momento de tu decisión. ¿Deseas
la muerte absoluta? o la Vida para ambos.
-Señor. Bien lo sabéis. Deseo vivir eternamente con María.
-Pides un imposible.
-¿Por?
-Se puede Vivir eternamente, se puede Amar eternamente, pero desear
hacerlo con una sola Alma iría contra el propio Universo. Las
Almas son Seres Sagrados y de Amor. Y deben intercambiar la vida entre
todas. Es posible establecer relaciones muy prolongadas, incluso de
miles de años, tal vez de millones, si se cumplen diversas reglas.
Una de ellas es el Amor Universal.
-Señor-dijo la niña.
-¿Sí? María.
-Lo que desea Juan es que podamos Amar al Universo a través de
nuestros humildes corazones unidos.
-Eres sabia María. La Vida no puede estancarse, debe fluir a
través de todos los Seres, pero sí que es posible hacerlo
con la unión de dos corazones. En realidad, muchos millones de
Corazones constituyen mi propia Vida. Ellos son Yo. Yo soy Ellos. Yo
vierto mi Vida a través de innumerables "Juan y María".
Hubo un silencio. Luego el Eterno Joven dijo.
-Podéis iros. Vuestro deseo será cumplido, si bien no
exactamente en la forma que vosotros pensáis.
-Gracias Amado Señor.
La niña y el Mago se arrodillaron.
-Vuestro profundo Amor servirá a los muchos.
Juan y María oyeron estas últimas frases, pero estaban
demasiado excitados por la alegría para "escucharlas"
y prestar suficiente atención.
Juan bajó a la ciudad a toda velocidad. Seguro que su amada ya
estaría restablecida.
VII
Juan
llegó al hospital. Estaba seguro de que María estaría
esperándole en la puerta del mismo, y se podrían marchar
juntos.
Pero... nada más lejos de la realidad.
Quien se encontraba delante de la puerta de la habitación, era
la hermana de María. Y nada más verle llegar, le abrazó
y llorando, dijo.
-María se nos va.
-Eso es imposible.
-No, es la pura realidad. Ya ha entrado en coma y dicen los doctores
que es cuestión de horas.
Juan entró a verla. María sin apenas abrir los ojos, llegó
a decirle.
-Mi Juan. Gracias por tanto amor.
El mago lloró y pensaba que no podría respirar más.
-Mi niña. Yo pensaba que ya estarías sana, después
de las palabras de nuestro amado Sanat Kumara.
-No has escuchado bien, mi niño.
-Claro. Ha dicho que viviríamos eternamente juntos.
-Sí.
-¿Ves como me he dado cuenta de la conversación?
-Pero ha dicho, claramente, que no sería como nosotros creíamos.
-Es verdad, se me había olvidado.
-Mi niño.
-Dime María.
-La unión etérica está realizada. No debes temer
nunca más estar solo en el mundo.
-No te entiendo.
-No importa. Tú confía en nuestro amadísimo Maestro
de la Voluntad que nunca se desvanece.
-Sí, María. Seguro que tienes razón.
-Las personas creen que todo se esfuma, pero no es cierto. La verdadera
muerte es vivir en vida física.
-Pero...
-Sé lo que vas a decir mi niño. Y tienes razón,
pero aun así, El Eterno Joven mantiene la creación en
este Planeta por su Voluntad, y es por algo.
-¿Por qué?
-Es por la sensibilidad. Cuando todo termine, Él nos absorberá
en Su Corazón y habitará una nueva Estrella que está
por nacer en otra parte de La Galaxia.
-Sí mi María. Lo que tú digas-Juan le contestaba,
si bien no comprendía. Es decir, si que entendía las palabras
pero su Visión no se correspondía a su Realidad como Conciencia.
-Ten
fe. Mi luz te rodeará para siempre.
En aquel momento. María descansó de una enfermedad tan
prolongada y el mago salió de la habitación.
El semblante de María, no reflejaba la vida. Simplemente era
parecido al cartón. Nada más.
Mientras consolaba a la hermana de María, una especie de descarga
eléctrica le atravesó el corazón. El alma de María
le había dado una señal. Agradeció al Eterno Joven
aquella muestra de la inmortalidad del alma y salió en busca
de su destino.
VIII
1) El Amor que todo
lo colma es la fuerza de la Vida. Necesariamente sus energías
deben de pasar a través de los corazones de los humanos en esta
Tierra.
Era el primer párrafo del diario del mago Juan.
2) Dos polos son
necesarios para que se expanda la fuerza y la luz.
Rezaba el segundo enunciado.
3)
El mundo de apariencia física es construido sobre las líneas
maestras que pertenecen al mundo etérico.
Decía
el tercer enunciado
De acuerdo a aquellas líneas maestras, el mago Juan comenzó
a trabajar con su magia. Primero visualizó el espíritu
transparente y cristalino de su polo opuesto. Lo unió a su corazón
a través de ríos de fuego y por último trazó
incansablemente un círculo que unía las tres cordilleras
más importantes de su región. Y así, día
a día, dio vida a la figura invisible, y en un abrazo de amor
inmortal extendieron sus pétalos de fuego en todas las direcciones.
Al principio fue un trabajo de amor en la oscuridad, pero todo cambió
cuando justamente en el centro del espacio enmarcado por su magia apareció
un manantial. Los expertos explicaron que una capa freática había
servido durante muchos milenios de recipiente a un inmenso lago interior.
Fuese como fuese, lo importante es que allí se fundó un
pequeño templo...dedicado simplemente a ..."La Tierra".
Ya hacía mucho tiempo que la humanidad había dejado de
creer en las religiones del pasado. Y ciertamente esperaban una nueva
visión global del Cosmos. Así es que se les ocurrió
que dedicar un templo a la Vida y a la Tierra era algo más aceptable
que toda la parafernalia en que habían sumido a la población
aquellos que "ya no sabían"
Muchos días Juan se acercaba a tomar agua de aquel manantial.
Sentía la presencia de su amada María. Y durante cientos,
tal vez miles de horas, se dedicó al trazado de la nueva ciudad.
Sería una ciudad santa. En su corazón, pero bien podría
decirse, en sus corazones, la ofrecieron al Eterno Joven. Representaría
en el plano físico a Shamballa que permanece en el plano etérico.
Y ciertos hombres sabios y santos que habían vivido ocultos hasta
ahora, mostrarían la verdadera esencia del Alma de la Tierra
a los que así lo deseasen.
-Juan...-escuchó en su interior el mago.
-¿Sí?
-Gracias.
-No tiene importancia, María. Tantos años de trabajo han
sido fruto de tu Amor Inmortal.
-Mi
niño.
Él sonrió ante las conversaciones que a veces llevaba
consigo mismo. Pero fuese como fuese, la verdadera realidad, lo importante,
lo esencial era que aquello marchaba.
Solo esperaba que durante un tiempo no apareciesen los aprovechados,
los instauradores de la esclavitud; Los perseguidores de la materia
más extrema.
Un buen día, Juan, tomando un sorbo de agua fresca de aquella
fuente, se durmió para no volver a este plano físico.
Cuenta la leyenda del mago Juan y el hada María, que ellos permanecen
en aquel círculo, velando para que bellos corazones y almas renazcan
cerca de la fuente. También dice que en algunas ocasiones muy
especiales, cuando dos seres humanos, son capaces de amarse no sólo
físicamente, sino con la luz azul y dorada del corazón;
cuando tienen la capacidad de fusionar sus centros cardíacos
así como el fuego de sus frentes, dos Almas etéreas se
acercan a ellos. Uniendo sus anhelos, invocan a las lejanas almas que
residen en el Sol en forma de ángeles y renacen en este mundo
de oscuridad.
La leyenda termina explicando que cuando las tres quintas partes de
los humanos sean descendientes de uniones tan perfectas, la Tierra transmutará
su materia y será un nuevo Sol en el Sistema Solar. Aquellos
que tengan un corazón y una mente unidos, permanecerán
como ángeles de la nueva estrella, y los que no, viajarán
a otros mundos para comenzar una nueva vida. Es por ello, que la fuente
que brotó del amor entre Juan y María, es llamada "La
Fuente de la Vida".
Autores:María
Eliana Aguilera Hormazábal /Quintín García Muñoz
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