ETÉREA

 

 

 

 

ETÉREA II

-¡Te das cuenta dónde puñetas estamos! -exclamó Duncan
-En la nave Voyager 14 -contestó Jason sonriendo y sabiendo que Duncan no se refería a eso.
-Eso ya lo sé, cretino-dijo un tanto enfadado.
-No te entiendo-siguió riéndose de él, Jason.
-¿Tienes ganas de pelea?
-¿Yo?-preguntó con inocencia fingida Jason
-Me voy a mi compartimento...
-Mira que es fácil sacarte de tus casillas, Duncan.
-¡Sí! Ahora dime tu típica frase !No te pongas nervioso!
Jason rió a carcajadas.
-Vamos, no seas niño Duncan.
Duncan estaba a punto de salir del puente de mando cuando escuchó las palabras que deseaba oir.
-Estamos a 114 UA de la Tierra, que multiplicado por 150 millones de kilómetros hace un total de ...
-Jason se quedó pensativo y luego añadió -17100 millones de kilómetros.
-¡Dios! ¡Me pregunto para qué me habré metido en este cacharro-contestó Duncan.
-Será que te gusta la tranquilidad-siguió burlandose de él Jason.
-Teniéndote a ti de copiloto, creo que no existe la tranquilidad-farfulló Duncan.
-Te invito a un zumo de naranjas
Duncan le miró, aplacó su mal genio, y sonrió.
-Pero... llevará algo más, digo yo.
Jason sacó una pequeña y antigua petaca metálica, y vertió unas gotas de whisky.
-Esto sí. Ya empezamos a entendernos.
Jason y Duncan brindaron. No les importaba un pimiento si alguno de sus pasajeros invisibles les estaba observando tremendamente extrañado por sus cambios de humor.

-Disculpa Jason, ya sabes que echo de menos la Tierra-pidió perdón Duncan, sentados los dos y mirando hacia un punto diminuto, el Sol.

-Yo también la echo en falta.

-Es curioso, que nos tengamos que ir a los límites de nuestro sistema solar, para que añoremos nuestro hogar.

Justamente detrás, estaba Kay. Había llegado hacía apenas un minuto. Y unas lágrimas resbalaron por su rostro. Ella también añoraba las playas de su amada California. Añoraba sentir la brisa en su piel, sumergirse bajo el agua, y practicar el wind-surf. Se acercó Jason y Duncan.

-Dame un zumo doble- se dirigió a Jason.

Ambos se quedaron sorprendidos ante la extraña petición de la comandante Kay.

-¿Estás segura Kay?

-Lo necesito. Yo también echo de menos a nuestra Madre.

Sus amigos vieron todavía restos de las lágrimas.

-Brindemos por la Madre Tierra-disimuló Jason.

-Por el planeta azul más bello de la Galaxia-dijo Duncan

-Por la diosa Gaia-terminó la comandante Kay.

Los tres amigos se miraron. Comprendieron que sólamente se tenían a sí mismos. Walter estaba durmiendo. Había tenido una semana muy activa, y necesitaba un descanso.

Uno de los invisibles comprendió el dolor de los humanos, y con su mano tocó la cabeza de Kay.

Ninguno lo percibió. Continuaron observando el infinito espacio donde un punto, que todavía no veían, les estaba esperando.

 

 

 


 

Autor: Quintín García Muñoz.

 

 

 

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