ETÉREA

 

 

 

 

III

 

-¿Sabes en cuánto tiempo hemos reducido primer viaje desde la Tierra hasta los confines del Sistema Solar?-preguntó Jason, con ganas de hablar, a Duncan

-No tengo ni idea-dijo un tanto distraído el copiloto de la nave.

-El primer objeto que llegó hasta la zona donde se considera el final de nuestro sistema, fue el Voyager I.

-Algo me parece recordar, pero de lo que aprendí en la clase de Astrofísica de educación primaria, apenas me acuerdo.

-Es normal.

-Pero, dime, Jason, todavía nos queda un año para llegar a la Tierra, y tendremos que ir llenando de alguna forma este vacío infinito.

-Lo cierto es que es sorprendente. Como muchas cosas que damos por sentadas y no valoramos en su justa medida.

-No sé...¿Tal vez hacemos el recorrido veinte veces más rápidamente?

-Te acercas, pero la cifra aproximada es 35 veces.

-¡Quizás...no parece tanto! -exclamó un tanto decepcionado Duncan.

-Bueno... Si tenemos en cuenta que el viaje del Voyager I a través de nuestro sistema solar duró desde el año 1977 hasta el 2013, es decir 35 años...

-¡Dios!-interrumpió Duncan.

-¡Ahora te parece enorme la evolución!

-Ya lo creo. Si tenemos que estar en esta lata espacial treinta y cinco años...me da algo.

Duncan y Jason sonrieron.

-Quiere decir que al salir de la Tierra habríamos salido con chupete, y después de tocar el planeta Khul habríamos llegado justo para nuestro entierro.

-¡Hombre, tampoco hace falta que seas tan preciso!-protestó Duncan.

-A nosotros solo nos va a costar dos años.

-Aun así, es mucho tiempo.

-Ya. Pero la diferencia es abismal. De 2 a 75 años.

-El Voyager I iría a pedales-carcajeó Duncan

-No creas... iba a 17,1 kilómetros por segundo. Lo que quiere decir que en un minuto recorría 1026 kilómetros por minuto. Y en una hora 61.560... Mientras, nosotros recorremos aproximadamente cada hora 2.000.000 de kilómetros.

-¡Dios! Voy a tener que ir otra vez a clase de párvulos-exclamó con cara de tremenda sorpresa.

-Claro, tú pensabas que estábamos parados.

-Bueno... yo soy guerrero. Lo mio son las armas.

Ambos sonrieron. El gesto que había hecho Duncan, no señalaba precisamente un arma mortal. Era en cierto modo algo primitivo. Sin embargo, su corazón era de una nobleza extraordinaria. Si no fuese así, nunca habría soportado ser un impresionante guerrero. En muchas ocasiones había tenido que imponer la ley y el orden. Y su corazón le hacía saber que el universo es algo maravillosamente complejo y regido por leyes que no se pueden transgredir sin consecuencias.

-Curiosamente, la nave Voyager I utilizó una técnica denominada "de impulso gravitatorio". Y ello le proporcionó una mayor velocidad que naves más modernas.

-Pero... la diferencia entre la Voyager I y la Voyager 14 es abismal... toda una vida.

 

-Por aquel entonces, no se habían conseguido llevar a la práctica varias cosas. La primera, la evasión de la gravedad. La segunda, las vias etérico-magnéticas, intrínsecamente relacionadas con el viento solar y los flujos de rayos cósmicos.

-Eso sí que lo sé. Todavía recuerdo las antiguas imágenes de los cohetes lanzando una inmensidad de llamas en Cabo Cañaveral.

-Exactamente. Entonces no se había descubierto que la revolución de tres haces de energía en sentido contrario creaba un vacío en el espacio donde se ubicaba la nave que la llevaba a través de rutas etéricas de una forma inmensamente más rápida.

-Se me hace un concepto un tanto difícil-dijo Duncan.

Jason sonrió.

-El tema de las rutas etéricas es importante pues nos permite que viajemos desde unos vórtices de energía a otros de una forma mucho más rápida.

-A propósito de los centros etéricos... preguntó Duncan.

-¿Si?

-¿Qué ocurriría si nos saliésemos de una corriente de energía etérica?

-A nosotros nada. Perderíamos un tiempo en regresar a los mismos. Pero es muy probable que nuestros invitados tuviesen verdaderos problemas.

-Perderían energía.

-Así es.

-Entonces...

-No sabemos a ciencia cierta. Ellos mientras permanecen cerca de las corrientes de energía etérica son casi inmortales y todopoderosos, pero en el momento en el que su fuente de vida les falta... durante más de 36 horas...pueden llegar a morir.

-Qué fuerte!-exclamó Duncan.

El silencio regresó al puente de mando.

Era una gran responsabilidad conducir a aquellos extraterrestres invisibles sanos y salvos a la Tierra.

 

 

Autor: Quintín García Muñoz.

 

 

 

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