ETÉREA
CAPÍTULO 5
La nave Voyager XIV estaba diseñada en consonancia con un descubrimiento científico efectuado en el año 2035 por el que se conseguía evadir la Ley de la Gravedad.
Tres poderosas corrientes de partículas en forma de corona circular y
de rotaciones contrarias y paralelas producían un vacío alrededor
de la nave que evitaba la influencia gravitatoria de nuestro planeta, y por
ende de cualquier planeta o estrella en el que estuviese estacionada.
La corriente de partículas central giraba en dirección opuesta
a la rotación del planeta en el que estaba situada. Los anillos superior
e inferior giraban en dirección contraria a la corriente de energía
central.
Así pues, la nave Voyager XIV se parecía a un cilindro de tres
pisos de altura, aunque se había podido conseguir diseñarla de
una forma similar a los antiguos platillos volantes de ciencia ficción.
Su radio de 80 metros originaba una eslora circular de 502,40 metros, disponiendo
cada una de las plantas de 20.096 metros cuadrados de superficie.
En el piso inferior había espacio suficiente para un huerto, un lago,
un jardín y dos reactores de fusión, si bien la nave interplanetaria
aprovechaba las corrientes de viento solar y rayos cósmicos que eran
dos de los componentes de los caminos etérico-plasmáticos.
En el piso intermedio existían 24 compartimentos, cada uno de 10 metros
de longitud por 6 metros de profundidad. Quedando grandes espacios para el almacenamiento
de provisiones así como varias salas equipadas con trajes espaciales,
armas y dispositivos de recarga plasmática y electromagnética.
En la parte superior estaba ubicado el puente de mando desde el que se tenía
una maravillosa y a la vez aterradora vista del universo cercano. Cada una de
las plantas estaba circunvalada por un potente acelerador de partículas
de última generación.
Autor: Quintín García Muñoz.
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