ZUERA Apuntes sobre Zuera. Tomando la fresca.
Tomar la fresca Para los niños, tomar la fresca era un momento mágico. Se podía salir a la calle y volver a jugar a carreras y persecuciones hasta que los padres nos decían que estábamos sudando y que descansásemos, o simplemente, después de cansarnos de correr, nos sentábamos a escuchar lo que se decía.
Cada uno se bajaba la silla y se hacía más o menos un corro, en nuestro caso, en esta parte de la calle de San Pedro, en el hospital.
La verdad es que no recuerdo concretamente nada de lo que hablaban y hablaban y hablaban, que sería de fulanito o menganito…
En una ocasión alguien dijo que iba a contar un chiste. Y como excepción no nos mandaron a los más pequeños que nos fuésemos a jugar porque era para mayores.
Tampoco creo que lo entendiese, hasta después de pasados varios años, cuando alguien lo volvió a contar, pero probablemente porque no lo entendí, debió ser que se me grabó mejor. El humor de aquellos años era un humor muy simple, de tal manera que hoy en día parece bastante soso, pero durante la fresca, reinaba una especial alegría.
Eran dos recién casados…
Y nosotros con los ojos como platos. Y llega la noche de bodas…
Los más pequeños atentos a ver qué se revelaba.
Apagan las luces. El marido se desnuda a oscuras para que no le vea su esposa lo delgado que está.
Se meten en la cama y la recién casada cuando palpa a su marido grita: José ven que se ha caído el santo Cristo a la cama.
Me reí como todos, pero no entendí nada. Supuse que los demás chavales sí lo habían hecho, y que eran más inteligentes y más espabilados que yo porque se rieron a carcajada limpia.
Antiguamente
se tenía la costumbre de poner un crucifijo en el dormitorio, y
la figura era esquelética, por eso la mujer recién casada
al tocar a su marido tan delgado pensó que se había caído
el crucifijo a la cama…
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Texto e ilustraciones: Quintín García Muñoz
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CUENTOS ILUSTRADOS
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