NUEVOS CAMINOS Fragmento del cuadro místico: El Jardín de la Montaña Maria Eliana Aguilera Hormazábal, escritora y pintora mística chilena
Había un ángel en el Jardín que tenía su ubicación en algún rincón de la Mente del Logos. Ya no había duda alguna sobre la transformación de Ingrid. La joven se había convertido en un ángel de rostro refulgente y sereno. Por fin había conseguido la eternidad y ahora asistía a su coronación después de numerosas vidas. La frente del hada estaba adornada con diminutas esmeraldas, su rostro reflejaba una beatífica paz, sus manos irradiaban amoroso poder, y el cuerpo de luz desprendía belleza inmarcesible. Joh saludó a Ingrid y tomó las manos mientras ella le miraba. Esta vez la dama de blanco no bajó los ojos, pues la confianza mutua era totalmente inquebrantable. Las formas blanquecinas y etéreas se fusionaron en una neblinosa figura, únicamente visible con el ojo espiritual. John apenas rozó con sus dedos los velos de materia mental del hada y ella notó cómo el centro ajna del joven atravesaba todo su cerebro. Los centros de energía, básico, sacro, plexo solar, cardíaco, larìngeo, alta mayor, ajna-coronario, los átomos permanentes, el loto egóico y las dos tríadas compuestas por atma, budi y manas quedaron dentro de una única y compartida esfera. El primer paso de la fusión había terminado.
“El Abrazo Eterno” Linnsss voló hacia la catarata. Los devitas les recibieron amorosamente. El jardín refulgía esplendoroso a través de una gran cantidad de flores rosas, rojas, violetas, lavanda, perla, jazmines, madreselvas, lilas... El aroma de las lindas flores se adhería en forma de polen a la figura translúcida Linnsss. Los viajeros se bañaron en agua cristalina bajo la cascada mirándose con alegría espontánea. Inocencia, belleza, amor que se expresaba de aquella forma. Ingrid se acurrucó en la espalda de su venerado mago y hermano del alma John y juntos se deslizaron por las claras aguas del lago. El joven anciano era inmensamente feliz de poder sentir la tersura y juventud de Ingrid. De poder servirle de apoyo. De sentir las lágrimas que corrían desde las mejillas sobre su espalda. Ellos intuían que la felicidad eterna estaba directamente relacionada con la transparencia de sus sentimientos y cuerpos, cohesionados cual cristal y aire refulgente en esencia invisible...Linnsss
Fragmento del cuadro místico: El Jardín de la Montaña Maria Eliana Aguilera Hormazábal, escritora y mística chilena
Por encima de la catarata se divisaban algunos neveros de de hielo antiquísimo. Y los cuatro, Ingrid "el amor", John "la sabiduría", los devitas "la inteligencia" y Linnsss el vehículo, se alzaron con resplandecientes coloridos en dirección a las montañas de fuego donde se bañaron y atravesando los vapores blanquecinos y azulados, para partir a vertiginosa velocidad, más allá del sol con rumbo hacia las estrellas.
Los cuatro penetraron en la inmarcesible luz que envolvía aquellos mundos. Ascendieron varios escalones que terminaban en un largo pasillo luminoso.Tal vez habían ido excesivamente deprisa, pero el hecho es que ya estaban allí. Se está retrasando la comunicación, pensaron Ingrid y John, mientras penetraban por el tunel. Finalmente se encaminaron a un lugar de oración. Un espacio colmado de luz. El hada y el mago quedaron de rodillas. Ingrid se dejó llevar por su luz. Era blanquísima. Esa luz que encerraba los demás colores. Dio gracias por estar allí y preguntó y pidió disculpas por cansarse. ¡Jesucristo! ¿Hasta cuando debo vivir allá abajo? Ya sabes que yo te pedí ser tu instrumento pero ¿Acaso ha servido? ¿Tal vez no he provocado angustias? ¿Quizás Dios no te preguntaré ya más? Solo decirte que yo me siento cada vez menos útil a mis semejantes. Cada vez estoy más encerrada en este cuerpo enfermo. Mi Dios te amo tanto y yo sé que tu también. Solo permite que John que tanto me ha dado pueda ser el mejor de los Magos, que pueda ver tu hermosa Luz y que pueda reconocer el alma de todos cuanto le rodeen. Yo estaría tan agradecida de todo eso. Estoy muy cansada. Dame otra tarea, por favor, y gustosa la tomaré, pero permíteme ese regalo.
Una laguna verde e inmensa rodeada de acantilados en los que habían estado otras veces. Líquido suave, cálido, vital, por el que bucearon hasta el fondo donde descubrieron un cofre con un tesoro, pero lo desecharon, pues solamente deseaban respirar y sentir la libertad. Ingrid anhelaba ver a los delfines que aparecieron, y no solamente dos, sino muchos más. John se convirtió en un delfín que llevaba en su dorso a Ingrid y saltaba a la vez con otros muchos delfines. Una y otra vez emergieron con fuerza, y se sumergieron. Una y otra vez sintieron el aire y el viento que les refrescaba el rostro y una y otra vez volaron de nuevo hasta desaparecer en el horizonte.
John guardó en su corazón aquellas extrañas palabras. No en vano se lo decía una sagrada y augusta vidente. El Dorado Sol permanecía Inmutable sobre el Océano. La Brisa portaba en sí misma la Vida. Un nuevo y antiguo camino se reveló durante unos instantes sobre las tranquilas aguas. El sendero que llevaba más allá del yo, más allá del tú. El nuevo mundo sería la fusión de las esencias. Atrás quedaban las consecuciones individuales y en adelante se formarían los pétalos de nuevos núcleos de vida, si bien nunca habían dejado de hacerse, solo que en menor escala. La imposibilidad de unión total de dos formas, debido a la densidad de la materia, daba paso a la posibilidad de fusión de dos esencias. La no forma nunca cesaría de soplar su vida sobre la forma.
Fragmento del cuadro místico: El Jardín de la Montaña Maria Eliana Aguilera Hormazábal (Chile)
Ilustraciones: Maria Eliana Aguilera Hormazábal Autores: María Eliana Aguilera Hormazábal y Quintín García Muñoz
CONTACTO: orbisalbu@gmail.com
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