El BERRUGÓN, EL PIRATA, LA ABUELICA Y EL REPETIDOR

 

De

 

Eduardo García Giménez

 

 

 

Ilustraciones de Quintín García Muñoz

 

Prólogo de Francisco Javier Aguirre


PRÓLOGO

 

 

Gigantes y Cabezudos

 

Las comparsas de gigantes y cabezudos nacen en la noche de los tiempos, creyéndose que han tenido el significado y la función de ahu­yentar el ‘Mal’, se denominara como se denominase en cada cultura.

Los gigantes asustan por su tamaño y los cabezudos es­pantan por su deformidad, al mismo tiempo que expulsan al ‘enemigo’ con sus vejigas hinchadas.

Inicial­mente participaban en las fiestas y reuniones de los poderosos, rindiéndoles pleitesía al tiempo que les abrían paso, des­pejándoles el camino de cualquier peligro.

Los gigantes y los cabe­zudos han desfilado al frente de los cortejos reales, delante del Santí­simo en la procesión de Corpus, en las fiestas patronales o como señal de respeto cuando algún per­sonaje importante visitaba el lugar, saliéndoles a recibir para acompañar su recorrido por las ca­lles.

El origen de la tradición en España data de la Edad Media. Las primeras referencias escritas son de 1201, en Navarra, con tres gigantes que re­presentaban a un leñador, una al­deana y un judío, pero los primeros textos documentados proceden de Barcelona, en 1424, y consisten en unas facturas presentadas por el ayuntamiento.      

La costumbre pasó a Castilla y sobre todo a Aragón. Más tarde fue exten­diéndose por el resto de la península y por el mundo entero. Hay casi un centenar de países que usan estas figuras, de diferente diseño, tamaño y forma, para sus celebraciones festivas.

Parece ser que fue Alfonso V quien trajo la tradición a Zaragoza. Se sabe que había gigantes y cabezudos en la ciudad en el siglo XVI, para acom­pañar la procesión del Corpus, el desfile de Minerva y otras fiestas, bailando las comparsas al ritmo de tambores y chiflainas.

En 1807 había cuatro gigantes que representaban a un padre, a una madre y a sus dos hijos, además de cuatro cabezudos y otros cuatro figurantes que portaban sobre los hombros una cabeza de caballo de cartón. En 1841 los cuatro gigantes representaban los continentes de Asia, América, Europa y África. Existían también cuatro de los ac­tuales cabezudos: el Morico, el Be­rrugón, el Forano y el Tuerto.

Pronto apareció la Forana, un detalle de proto-feminismo. Aunque ya eran popularmente pareja, el 11 de octu­bre de 1916 se casaron de forma oficial la Forana y el Forano, con cabezu­dos de otras regiones como testigos de la ceremonia.

Pueblos y villas de Aragón fueron aceptando y adaptando a sus nece­sidades estas figuras exóticas que han contribuido a la vistosidad de los desfiles festivos, satisfaciendo la curiosidad de la gente y propi­ciando la alegría y el alborozo de los niños, seguidos –más que persegui­dos, así al menos debe ser– por los cabezudos.

La importancia de la tradición ha dado origen, entre otros frutos, a la conocida zarzuela ‘Gigantes y cabe­zudos’, con libreto de Miguel Eche­garay y música de Manuel Fernán­dez Caballero, estrenada en el Tea­tro de la Zarzuela, en Madrid, el 29 de noviembre de 1898. Ambos auto­res, unidos por la indisolubilidad vial, dan hoy nombre al paseo que bordea el Ebro a su paso por Zaragoza: Echegaray y Caballero, dos firmas para una obra eterna que recoge una tradición inmemorial.

 

 

Francisco Javier Aguirre

 


 

 

EL BERRUGÓN, EL PIRATA, LA ABUELICA Y EL REPETIDOR

 

 

 

La Plaza, escenario de juegos y fiestas que la vivifican, romperá su rutina diaria del juego para hacerse fiesta: septiembre será su clarín; el santo y la seña: sus Fiestas Mayores.

‘Gigantes y Cabezudos’, la contraseña soñada de la chiquillería. Un ir y venir desasosegados y las últimas consignas de los veteranos aleccionando a los novatos.


        Todo empezó con la figura del Repetidor. Sí, él fue el instigador de cuantos desmanes sucedieron. Le enviaron por puro trámite celestial a ‘subir’ nota. Casi todos, si no todos, pasaban la prueba. Pero aquel año…

Para empezar, se saltó a la torera los consejos recibidos:

“No salirse del recorrido habitual de la comparsa; ser uno más en las carreras y los insultos al uso…” Sí, sí.

De inmediato se puso en con­tacto con ‘La Forana‘ y ‘El ‘Be­rrugón‘. La adulación, junto a la fa­mosa fórmula de poder y gloria hicieron el resto. Quebrantando las normas, co­gió a la chiquillería des­prevenida. Así, sin previo aviso, todavía no había sonado el primer acorde de la  charanga, ni el tradi­cional cohete anunciador, cuando ‘EL Be­rrugón’ ya había lanzado un par de zu­rriagazos.

–¡Con muy mala leche! –di­jeron los veteranos.

Después, va­liéndose de la com­plicidad de ‘La Forana’: Pedrito, dos costillas rotas; Clarita, rotura del ta­bique nasal…

Gritos, indignación y caos por doquier… Al fin con la ayuda del ‘Morico’, ‘El Pirata’, ‘La Abuelica’ y algunos veteranos pudieron hacerles confesar sus desmanes.



       
         

          He aquí la confesión de ‘La Forana’ y ‘El Be­rrugón’: “Que cierto individuo, con aspecto de somardón, se les había acercado y mientras les invitaba, vaso tras vaso, al vino de la Tierra y unos tacos de jamón, les expuso su diabó­lico plan: Era necesario romper ese estado de gracia colectiva que de or­dinario se produce en los momentos previos a la salida de la comparsa de Gigantes y Cabezudos.

        Un es­tado de gracia 10, mientras que él tras muchos apuros y triquiñuelas logró conseguir el 4,75 de Repeti­dor, y gracias.



       

Que ver a los niños y las niñas en ese estado de gracia, bailándoles el alma de alegría, era superior a sus fuerzas.Pues él ya sólo sentía el cuerpo, sí, muy alegre y jacarandoso, pero ni rastro del alma. Ver a los niños bailándoles el alma de puro contento, su alegría de vivir, que es la música que anima sus jue­gos

 

todo eso quería destruirlo, sembrar el caos y el desconcierto eran sus fines”.



        Presidida por sus majestades ‘Los Gigantes’, una comisión especial que contaba con la comparsa en pleno, más dos veteranos, se reunió con carácter extraordinario para juzgar los graves incidentes y la culpabilidad o inocencia de ‘La Forana’ y ‘El Berrugón’.

Recogemos cuanto allí sucedió. En primer lugar, se les concedió la palabra a los veteranos:

–Solicitamos se les impongan los siguientes castigos: A ‘La Forana’, una dieta rigurosa de borrajas, nuestra excelente verdura, junto a una tabla de gimnasia con trescientas flexiones de piernas y caderas para aligerar su figura. Suprimidas las costillas a la brasa del rico ternasco aragonés. Al ‘Berrugón’, agua y no muy clara. Claretes, tintos y rosados de la Tierra totalmente prohibidos. Importar mosquitos que le piquen con más entusiasmo su odiosa verruga.

‘La Abuelica’ fue la encargada de la defensa, quien dijo:

–¡Pido la total absolución para ‘La Forana’ y ‘El Berrugón’! Ahí está su impecable historial. Que se les restituya el buen nombre y estima que siempre gozaron entre la chiquillería.

Toño, Pedrito y Clarita no sólo les perdonan, sino que les mandan un gran beso.



        Que cuando se enteraron del perdón de los niños, su principal preocupación, no había consuelo para  ‘La Forana’ y ‘El Berrugón’ llorando a lágrima viva. Yo os aseguro –continuó ‘La Abuelica’–, que sus lágrimas eran, también, las de unos niños, asustados y arrepentidos, que no entienden aún cuanto sucedió.

Por último:

La llamada ‘especial’ pidiendo perdón por lo sucedido. Que no se explican semejante equivocación. Que se recurrió al diccionario de Aragonés, donde se encontraron la siguiente definición:

SOMARDÓN: Sustantivo, masculino = marrullero, reservado, egoísta, mamordón. Que en lo sucesivo recomendaban se añadiese: Personaje que a veces emplea artes diabólicas.

Esto fue ya definitivo.

Así pues, veredicto:

Inocentes de cuantos cargos se les imputan. Asímismo, se les restituya la honorabilidad y buen hacer que siempre gozaron entre la chiquillería.

No, no volverá a ocurrir: ‘Los Gigantes’, ‘El Berrugón’, ‘La Forana’, ‘El Pirata’, ‘La Abuelica’, ‘El Morico’ y los veteranos son los guardianes del estado de gracia colectivo de nuestras Fiestas Patronales.

 

 

 

 

 

Autor: EDUARDO GARCÍA GIMÉNEZ

Ilustraciones: Quintín García Muñoz

Prólogo: Francisco Javier Aguirre

 

 

Texto e ilustraciones de Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

   

 

 

 

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