Extraterrestres

 

 

 

Atardecía, y el cielo plomizo dejaba entrever los últimos rayos rojos en el lejano horizonte, a la vez que Alex y su perro caminaban por el sendero que llevaba a la cima del monte.

Ya eran muchos años en los que repetía el mismo recorrido, por las tierras secas de los Monegros (abreviatura de Montes Negros).

 

Para muchas personas unos páramos inservibles, pero para nuestros amigos representaban la belleza de una soledad donde se podían olvidar de la dureza de la gran ciudad.

 

Pequeñas gotas de lluvia comenzaban a caer, y por un momento se confundieron con las lágrimas de Alex, que se sentía en unión con la naturaleza. Su fiel amigo correteaba intentando encontrar alguna liebre, y hacía que ese dulce sentimiento creciese en su corazón.

 

Al fondo, se divisaban las pequeñas lucecitas de la ciudad, y un tanto a la izquierda los focos del aeropuerto.

 

Aquel hombre de cuarenta y ocho años, que solamente hacía unos meses había dejado de ser niño, respiró profundamente y dejó entrar en su alma todo lo que la bondadosa naturaleza le ofrecía.

 

 Apenas faltaban cien metros para llegar a la cima cuando surgió del cielo lo que muchas veces había soñado, pero que ahora realmente no necesitaba, pues simplemente sabía que era posible

 

     

 

Tres luces. Verde, azul y azul-blanquecina.

Tres naves espaciales.

Alex no tenía miedo, pues ya estaba demasiado cerca para poder huir.

El perro se arrimó a su amo sin saber qué hacer.

Y simplemente ocurrió. Alguien bajó de una nave. Alguien parecido a un amigo suyo que hacía más de veinte años que no veía, le estaba esperando con la puerta abierta, y le hacía una señal para que entrase.

Unos diez pasos más y estaría en un lugar donde tal vez no habría guerras de crueldad infinita.

Cinco metros.....

 

-Pero... si él se iba... -se preguntó -¿Quién mantendría vivo el sueño de los niños de la Tierra?

-¿Quién serviría de puerta hacia... otros mundos?

Con una sonrisa se despidió de aquellos "amigos" y volvió a ese lugar donde la luz es débil.

 

-¡El pertenecía a la Tierra!, y con haber comprobado la existencia de los habitantes de otro lugar era más que suficiente!

Subió a su viejo automóvil azul cobalto, y encendió el reproductor de cds. En ese momento el silencio agrestre fue salpicado por las canciones de amor de Van Halen.

¡Después de todo, también en el lúgubre planeta donde habitaba existía la música!

Autor Quintín García Muñoz

 

 

Descarge gratuitamente la novela, pinchado aquí.

 

 

 

 

 

 

 

CUENTOS ILUSTRADOS

 

 

 

   

 

 

 

IPÁGINA WEB MAESTRO TIBETANO

 

 

   

 

 

Revista Alcorac

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Descarga gratuita de las novelas:

El hijo de las Estrellas, Micromundos, Etérea,

Magia Blanca, El hijo de Osiris,

La mujer más poderosa del mundo...