Lágrimas de Fuego
Del cuadro El salto del soldado, de la pintora y escritora mística chilena María Eliana Aguilera Hormazábal
Fue
hace mucho, mucho tiempo ya.
Pasaron los años, tuvieron niños, la suerte les sonreía,
las cosechas eran abundantes y los súbditos eran simplemente,
felices. Pero un mal día, del que nadie quiso recordar su número
y su nombre, la plena en virtudes reina Valia cayó enferma y
las risas del reino se transmutaron en dolorosas lágrimas. -Tú me sanarás- le aseguró Valia a Alexis- Tú eres mi Mago. Y aquellas palabras dieron mas fuerza al confiado rey, mas fueron pasando los años hasta que la enfermedad de la dulce y encantadora reina se agravó. Por si la terrible enfermedad de su amada que mermaba los ánimos de Alexis fuese poco, se sublevó una región del sur, y como jefe de los ejércitos, se vio obligado a acudir a sofocar la revuelta.
Fue entonces cuando el rostro de Alexis se tornó de una dureza
aterradora. Se cuenta que su espada no tuvo compasión de los
rebeldes, cortando él mismo cada una de las cabezas de los dirigentes.
No se sabe si tal leyenda fue aventada por las malas y enemigas lenguas,
pero lo cierto es que no se recordaba una justicia tan severa, no atemperada
por la compasión, a lo largo de miles de años.
Alexis le invitó cortésmente y le narró su triste historia. -¿Qué más puedo hacer honorable sabio? –preguntó el joven rey. -Deberás encontrar las ‘Lágrimas de Fuego’. -¿Qué son? -Lo sabrás cuando las halles. -¿Las encontraré?
-Sin duda alguna.
-Por tu naturaleza interna.-respondió el magno hombre.
-En ti mismo.
Y allí, en aquella soledad, se buscó a sí mismo, pero nada encontró. Por fin, delante de él apareció una especie de bufón. -Hola mi rey ¿Cómo estás?-sonaron sus palabras a una inmensa e irónica burla. -Alexis se vio tan terriblemente humillado que sacó su espada para enseñarle modales. -Oh mi Señor. Disculpe si le he ofendido- y las carcajadas de aquel grotesco ser resonaron en todo el desierto. -¿Quién eres mentecato? -¿No lo sabes, Alexis? -No. -Qué poco me conoces. Yo soy quien disfruta con la enfermedad de tu princesita. -En aquel instante, Alexis blandió su espada. -¡Oh! ¡Qué miedo me das! Se rió más atronadoramente el bufón que ahora se tornó en un ser gigantesco de fuego. Alexis no rebló lo más mínimo y se adelantó hacia aquel monstruo con su espada que por momentos se convertía en fuego rojizo incandescente. -¿Sabes? Pronto Valia será mía- Gritó entre carcajadas aquel monstruo.
-Muere-gritó Alexis mientras introducía su espada de fuego
en el cuerpo de aquel ser. -Ya ves, pobre humano. Nada puedes hacer contra mí. Yo soy el que reina en este mundo. Y todo aquello que deseo, es mío. Alexis, en pie, miró su espada, y recordó aquellos años de belleza y amor con su amada Valia. Rememoró cuando tenía en sus brazos a la primera de sus hijitas y la amamantaba. Evocó las canciones de su reina y sus ojos azules.. y después de muchos años comenzó a reblandecerse su corazón y a derramar lágrimas de dolor y pena ante la perdida de tanto amor y cariño. El monstruo, se reía tanto que sus sonidos aturdían a Alexis, que sin darse cuenta observó cómo una de sus lágrimas tocaban su espada de fuego tornando este de un color rojizo en un tono azulado blanco. La sonrisa del monstruo se detuvo de repente. Y por primera vez mostró temor.
Alexis no lo pensó dos veces, e introdujo su espada azul en el
vientre de aquel monstruo que lanzó espantosos gritos de dolor,
que sentía cómo un agujero inmenso iba comiéndose
todo su cuerpo de fuego rojo, hasta hacerlo desaparecer por completo.
Ilustraciones: Maria Eliana Aguilera Hormazábal Autores: María Eliana Aguilera Hormazábal Quintín García Muñoz
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(Una novela de Xavier Penelas, Juan Ramón González Ortiz y Quintín García Muñoz)
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