La Construcción del Arco Iris

 

 

 

 

El signo del infinito une dos lineas de energía.

 

Ingrid y John permanecían sentados en el Jardín. Manos y frentes compartían la luz como si de los dos polos de un imán se tratase. Las esferas traslúcidas y sus figuras transparentes y abstractas se fusionaron hasta quedar sentados en posición de loto.

 

 

Las espirales de luz ascendían desde su centro básico dibujando líneas onduladas multicolores, que se encaramaban circunvalando la columna hasta la coronilla. Desde allí iniciaban una segunda etapa hasta llegar al loto dorado, para sobrepasarlo y alcanzar más arriba el triángulo monádico.

 

¿Tal vez esta estructura formal adquiría el significado de que los seres humanos poseen una figura secundaria pero más importante que es de enorme altura?

 

La fusión de las siluetas se había tornado en totalmente transparente. En unos segundos el mago y el hada parecían de cristal o un material parecido. Incluso el cristal se estaba disolviendo, quedando únicamente unas esferas en las que se creía adivinar la existencia de una figura humana con dos rostros que contemplaban los trescientos sesenta grados del horizonte.

 

 

Las esferas giraban. Los viajeros de La Conciencia habían ido descartando la materia etérico densa hasta tornarse en almas libres , dotadas de bondad, belleza, armonía, espíritu de sacrificio y expansión luminosa.

 

Y así, todo aquel resplandor se elevó en forma de difuminada esfera sobre las cabezas de sus cuerpos mentales más burdos ubicados en el jardín.

 

Ese “círculo no se pasa” se expandió lenta y majestuosamente a través del bosque que trepa sobre alfombras de musgo hasta las inmensas praderas, antesala del jardín de la montaña. Una parcela de conciencia situada en algún lugar dentro de la Conciencia del Logos Planetario

 

 

En ese jardín habría que incluir los columpios y el jardín de Ingrid. Todo aquel mundo se encontraba allí

- ¡Síiiiiiiiiii!

 

Todo eso era parte ya del “mundo mental objetivo” de belleza inmarcesible: la catarata de luz, los devitas, las montañas, las piedras, la cueva... todo ese universo era absolutamente de materia que había generado a lo largo de tantos y tantos viajes, incluidos el océano con los delfines.

A la izquierda estaba el Sol, que representaba los poderes del alma y su luz; más allá el punto azul índigo era la joya en el loto de sus almas, punto de voluntad y embajador de la mónada o Padre en el cielo.

A la derecha por encima de las montañas se podían contemplar varios planetas o varios puntos de luz. Representababa a atma, budi y manas o los tres cuerpos de la mónada, de la misma manera que decimos que el ser humano esta constituido las tres partes de la personalidad: cuerpo mental, cuerpo de deseos y cuerpo físico.

 

Desde el triángulo salía refulgente una línea de luz azul eléctrico, casi blanco que llegaba hasta la izquierda, justamente hasta el punto azul índigo en el centro del Sol. Y desde allí, se dibujaba un potente rayo de luz dorada al jardín de la montaña.

 

Del cuadro El signo del infinito, de María Eliana Aguilera Hormazábal, escritora y pintora chilena.

 

 

En realidad, Ingrid y John estaban viendo desde su mundo de fantasía las líneas de energía que les unían al mundo superior.

 

-¿Por que dice John que no ve?

 

- Para mí esto es solamente imaginación creativa

 

-¿De verdad no lo ves?

 

-Lo que veo es consecuencia de que lo construyo. Y en pocas ocasiones lo veo nítidamente.

 

-Ya

 

 

En el jardín de las montañas estaban todos sus amigos, desde Linnsss, pasando por los devitas, los señores del fuego, las ondinas del agua, el Unicornio, Piernitas, Rodillitas, el caballo blanco, el negro, el dragón Fújur... También había varios emisarios llegados de otras galaxias. Entre ellos resplandecía uno especialmente sabio: Michael.

Cubriendo las inmensas praderas permanecían en espera miles de seres, desde guerreros hasta poetas. Toda aquella muchedumbre de seres diminutos y angelicales

Habían sido convocados para viajar a otros mundos de belleza inmarcesible. Era parecido a las películas. Cientos de banderas multicolores ondeaban resplandecientes. Diversas composiciones musicales eran entonadas por unos seres blanquecinos y cuerpo extremadamente delicado.

Ingrid y John, de pie sobre un montículo, se sentían queridos por todos aquellos seres de fantasía, a los que en cada uno de sus viajes, habían amado intensamente. Cuando viajaban por la cueva de magma con inmenso amor, cuando se sumergían en el agua con espontaneidad y alegría, cuando flotaban con Linnsss en el espacio, cuando se dirigían hacia el Sol, cuando cruzaron la cueva de las esmeraldas... En cada uno de los viajes habían hecho grandes amigos de los que nunca se separarían, porque su lema era “O todos o ninguno”. Eran las palabras mágicas que les conducirían hasta los mundos superiores.

El Hada y el Mago acudieron a consultar a los sabios, ante quienes se arrodillaron. Lucían refulgentes armaduras o tal vez solo era el resplandor de sus cuerpos de fuego. Los sabios solo les dieron su consentimiento porque aunque les podían ayudar, ya les habían enseñado todo y en el siguiente tramo del camino, sus benefactores únicamenteles observarían, pero serían “los seres del abrazo eterno” quienes lo deberían construir.

 

Ingrid y John miraron mas allá de los infinitos límites del jardín y todo comenzó: las Hadas de la Música entonaron las maravillosas melodías que residían en su armónica esencia y lo primero que se extendió hacia el triángulo monádico fue una especie de tela transparente que ascendía a través de los inmensos espacios.

Una vez que se había trenzado con la música aquella primera trama, los ángeles del Sol ascendieron tiñiendo el tejido de colores dorados. Los ángeles de las esmeraldas se elevaron y añadieron el color verde brillante. Los devas del magma contribuyeron con sus colores rojos y naranjas además del azul-blanquecino.

Como si la luz fuese atraída por un poderoso imán, Ingrid y John trazaron una purísima y finísima línea blanca que unía el jardín con el primer punto . Ese primer centro de anclaje de la energía se denominaba La Estrella de Manas, o también la Estrella de la Inteligencia.

En delicadas ondulaciones, encaramándose entre los infinitos puntos multicolores de aquella hermosa red ascendieron.

En ese espacio no existían el dolor y sufrimiento. Aquel mundo etéreo estaba libre de las penas del mundo físico, y todos unidos se presentarían y ofrendaría a sí mismos a Los Señores de las Esferas Superiores.

La mirada de aquellos seres ascendidos era firme a la vez que alegre. En ella se reflejaba la actitud de quien estaba preparado para un nuevo paso. Fuerza, Valor y Humildad. En realidad, las virtudes de fuerza y valor dependían de la humildad aunque ello pudiese parecer una incongruencia. La Humildad es saber que el Universo es infinito y por lo tanto sus límites no aparecen nunca. La cantidad y el tamaño de seres que lo habitan es inimaginable, lo que lleva a la conclusión de que siempre, siempre hay alguien más poderoso que el ser más poderoso y grande que alguien pueda conocer. Que los diminutos seres que somos los humanos nos hace comprender que siempre dependemos de otras conciencias mayores, y que nuestro camino debe ser interminable e inevitable. Así pues la fuerza y la persistencia se derivaban como conclusiones lógicas y directas de la Grandeza e Infinitud proporcionada por la relación de vidas de los habitantes de estos Universos. En algún lugar, la fuerza de cohesión que unifica las vidas debe ser accesible para quienes intrépidamente comienzan a través de su conciencia a ascender peldaños. Entender que, aunque se hayan recorrido cientos de ellos, no somos sino simples aprendices en el Viaje de la Vida.

 

Piernitas Largas, y Rodillitas Delgadas marchaban a la cabeza de toda la muchedumbre; Ingrid, John cerraban el séquito. Infinidad de ángeles con espadas de fuegos se apostaban en las orillas de aquel camino multicolor. Y por fin, cuando todos estaban en aquel puente o arco iris, todos los seres se fusionaron en un resplandeciente rayo dorado.

 

Todo se disolvió en el color azul índigo original con tres puntitos en la lejanía. Los ahora invisibles habitantes adquirieron una energía inusitada y se vieron lanzados a toda velocidad formando rayos de luz que ascendían vertiginosamente. Para más facilidad se dejaron atraer por aquellos puntos lejanos en medio del azul oscuro y cayeron en picado. La velocidad aumentó, el sonido de su viaje por el espacio era atronador. Lo producía la velocidad.

 

La fusión llevaría a un paso más allá y abrir la puerta de “La Voluntad al Bien”.

 

Todavía tenían suficiente tiempo para emitir la palabra correcta que abriría aquel nuevo mundo de propósito y voluntad. Eran líneas que se estiraban hacia uno de las tres estrellas lejanas.

 

-Había una vibración inmensa.

 

y todos los rayos cruzaban el espacio.

-¿Notaba Ingrid algo?

-La vibración les tenía difusos. Era la velocidad.

 

Allí estaba el punto por donde debían entrar. Eran como meteoritos cayendo al agua y en el instante de la inmersión, surgieron siete espirales de colores.

 

- ¿Tal vez no habían tenido mucho éxito? ¿Había faltado algo?

 

-Era una caída vibracional muy fuerte. Luego de quedar ingrávidos, empezó la atracción y la suavidad y pudieron volar por cada uno de los rayos...Elohimmmmmm...y caer al agua santa. John e Ingrid no percibían aun. Era como un reciclaje. Era como haber dejado mil vidas para llegar allí. Su nacimiento estaría próximo. Ahora solo flotaban en la madre.

 

Ingrid había expresado extraordinariamente la ausencia de expresión. Sí, conseguir respuesta no era cosa del mismo momento, sino que tardaría todavía unos días en producirse.

Los viajes, siempre deberían hacerlos fusionados, pue ello les concedía una tremenda fuerza generada por el contacto entre dos corazones.

Ahora se encontraban de nuevo en su jardín, arropados por sus seres queridos, quienes se alegraban de volver a tenerles entre ellos. La resplandeciente Hada y el Misterioso Mago también se alegraban de haber regresado. Habían viajado a la abstracción pura, un lugar excesivamente árido y necesitaban el contacto con sus seres amados.

 

 

 

 

Ilustraciones: Maria Eliana Aguilera Hormazabal

Autores: María Eliana Aguilera Hormazábal

y Quintín García Muñoz

 

 

 

 

 

 

 

 

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