El niño que tenía mucho miedo
CONDE DRÁCULA
Ramón era un niño de siete años que tenía mucho miedo, especialmente al conde drácula y los vampiros. Hacía unos años habían proyectado en el cine viejo de su pueblo un film que se titulaba "El conde Drácula". Y todos los niños de su edad se habían parado aquel domingo de verano delante de la cartelera. Allí se podía contemplar a aquel terrible vampiro de cara demacrada y ojos rojos que envuelto en su enorme capa amenazaba con sus colmillos a alguna doncella. Todos se reían, pero cuando llegaba la noche y las luces del cuarto se apagaban, a Ramón le parecía que en cualquier momento el Conde Drácula se acercaría a su cama y le chuparía la sangre. Así es que el hecho de acostarse se convertía cada noche en toda una hazaña. Daba un beso a sus padres y a su hermana, apagaba la luz y a toda velocidad se introducía debajo de las sábanas y rezaba para que no se presentase.En ocasiones, justamente en medio del sueño, se hacía amigo del Conde, y así de esa forma no le tenía miedo. Hasta tal punto tenía miedo a aquella figura, que al año siguiente proyectaron otra pelicula de vampiros. Pero esta vez el film era de risa. Ramón hizo los deberes rapídamente para poder ir a verla. Y cuando llegó con su padre al cine, se escondió debajo de la butaca durante las dos horas, mientras todos los cinéfilos reían a carcajada limpia. Una noche, se despertó de un bonito sueño, totalmente despistado, y cuando miró al otro extremo de la habitación "vió" un "hombre gigantesco" y vestido de negro. Se llevó un susto tan grande que al gritar "Papaaaaaaaaaaaa" "Mamaaaaaaaaaa" se quedó mudo, y no salió de su garganta el más mínimo sonido. En unos segundos se dió cuenta de que era el cuero, una prenda de vestir que se llamaba así por ser de cuero totalmente, con el que iba su padre a trabajar y que estaba colgado en una percha.
Por fin un día, cuando caminaba hacia la escuela, imaginó que él era un hombre poderoso y robusto y con una espada de fuego y de luz, incluso armas más sofisticadas se enfrentaba a aquella figura que siempre había estado presente.
Durante varias noches luchó con todas sus fuerzas contra el descomunal enemigo. Partió la imagen mental del conde en mil trozos con su poderosa espada laser. Y por si fuese poco le lanzó fuego con un lanzallamas hasta que los millones de átomos se esparcieron por el espacio y no quedó ni el más mínimo rastro del vampiro.
En su lugar apareció una estrella luminosa que a partir de entonces fue su talismán de la suerte.
La madre miró al niño, le sonrió, pero ya había olvidado hacía mucho tiempo cuando ella misma tenía pesadillas con la malvada bruja del cuento de Blanca Nieves y los siete enanitos. Ramón se fué corriendo a jugar con sus amigos del colegio. Iba tan deprisa y recordando la última imagen en la que vencía terrible Conde Drácula que se puso delante de un coche y éste se vio obligado a dar un frenazo en seco.
Pero era un niño, y apenas habían pasado unos minutos cuando volvió a rememorar la escena en la que deshizo en mil pedazos al temido conde. Y a partir de ahora, cualquier fantasma que apareciese en sus sueños, ya se podía ir preparando. -Tomaaaaá -gritó Ramón, unos segundos antes de llegar al patio de recreo del colegio, mientras enarbolaba su victoriosa espada de fuego.
Texto e ilustraciones de Quintín García Muñoz
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(Una novela de Xavier Penelas, Juan Ramón González Ortiz y Quintín García Muñoz)
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