Dragón de sabiduría

Eugenio era un joven que iba en pos de la sabiduría y había recorrido gran cantidad de bosques, montañas, praderas... incluso había subido a algunos riscos y se había encaramado sobre grandes peñascos... como dirían algunos parecía una cabra... siempre buscando unas hierbas en lo más escarpado y difícil.

Y quiso la diosa fortuna concederle una oportunidad.

Caminaba por un desierto, detrás de una duna había dos peñascos y entre ellos una pequeña abertura...

Justo a unos metros, detrás de la oscuridad de la pequeña gruta, se veía una luz dorada.

Al principio sintió temor... tal vez podía haber una gran araña, o una gran serpiente, o cualquier animal salvaje que atacase y allí diese por finalizados sus días.

Apretó con fuerza el cayado que utilizaba en sus largas travesías, y en un arrojo de valor venció el miedo que le había dejado paralizado después de dos pasos o tres.

Terminó de recorrer los últimos metros de oscuridad y ante sus ojos apareció un enorme regalo a sus cansados ojos: Un enorme lago de aguas doradas bajo un cielo también dorado y rodeado por enormes montañas doradas.

Cansado, se sentó recostado bajo la sombra de un pequeño arbusto junto a una enorme roca, y se quedó dormido.

Realmente, Eugenio no supo si lo que ocurrió lo vio dormido o despierto.

Al principio apareció un punto. Varios segundos después el punto se convirtió en un enorme dragón del mismo color dorado, refulgente hasta hacer daño a la vista, con que el enorme sol de aquel atardecer teñía el ambiente.

El dragón dorado se lanzó a enorme velocidad y se zambulló en las aguas doradas. A los pocos segundos emergió hacia el cielo, y así repitió aquellas zambullidas varias decenas de veces.

Eugenio se puso de pie para ver mejor aquel espectáculo.

Entonces el dragón, muy lejos, giró su cabeza al verle.

A una velocidad de vértigo, aquel enorme ser voló hacia él.

Eugenio cerró los ojos cuando el dragón estaba a unos metros de él. Y en aquel instante sintió que el dragón le atravesó el torso a la altura del corazón.

Percibió algo así como placer y dolor a la vez. O mejor dicho, un doloroso placer.

Parecía como si el mismo fuego le hubiese atravesado... pero... ¡fue tan rápido!...

Cuando abrió los ojos le ocurrió algo extraño.

No veía con los dos ojos, más bien era como si delante de él se estuviese cerrando un círculo.

Dentro del círculo despareció el lago dorado. Aquel círculo se había convertido en un punto, y el punto se difuminó.

Estaba sentado en una piedra bajo unos matojos que le daban sombra.

Cuando era anciano, recordó aquel episodio. Y verdaderamente creyó que un dragón le había transmitido un conocimiento tan antiguo como el mundo y tuvo la certeza de que aquel milagro siempre ocurriría a aquellos que persiguiesen con ahinco la Sabiduría.

Texto e ilustraciones qgm.