Regreso al alma

Eugenio.

Hace cuarenta y cinco años, año más, año menos, que el joven Eugenio tuvo un hermoso sueño.

Se le apareció la Santísima Virgen, y le regaló un rosario de esmeraldas.

Unos días después le comentó el sueño a un amigo de confianza, quien le dijo:

Es que atribuís algunas cosas al exterior, en lugar de a vuestro interior.

Eugenio, le dijo que probablemente era la Diosa de la Sabiduría la que le había hecho aquel regalo.

Sí, efectivamente, la Sabiduría es una Diosa, le contestó su amigo.

Y aunque Eugenio pasó los siguientes cuarenta años estudiando filosofía de oriente y occidente, de vez en cuando pensaba en aquellos enigmas que se le plantearon de joven, y que, hasta su vejez, no había conseguido desentrañar.

Un día caminando, parece ser que "ató los cabos sueltos" y llegó a la conclusión de que aquel regalo se lo había hecho su propio Ángel Solar, a través del Ángel de la Presencia.

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Convencido de que aquello podía ser una explicación del sueño, regresó a aquella imagen de juventud, se arrodilló ante el Ángel de la Presencia y le devolvió el rosario de esmeraldas.

Bien podría ocurrir que aquel enigma quedaba resuelto, que aquellas esmeraldas significaban las gotas de sabiduría que a lo largo de tantos años había podido atesorar.

No era la Santísima Virgen. ¿Quién se creía él de joven?, pero sí que podía ser un ángel que representaba a su Señor Solar, cuya alma le había entregado al principio de la encarnación.

Para él, el enigma que había mantenido sin resolver durante casi medio siglo, quedaba zanjado.

Y respecto a la Diosa de la Sabiduría, tal vez era verdad que era diosa, porque bien podía ser que La Voluntad del Padre influía en los conocimientos y amor de la Madre, lo que quedaba transmutado en sabiduría.

Eugenio, fuese aquello cierto o no, estaba retornando a su Alma, a su Ángel Solar que le esperaba cuando se terminase esa encarnación.

Este texto, muy antiguo, fue encontrado en un viejo diario de un monje, quien firmaba con el nombre de Eugenio.