El morador del umbral

Narraciones Fantásticas

(El aprendiz de mago.- 7)

 

Durante varios días le ocurrió a Juan algo extraño. 

 

Mientras paseaba bajo la acogedora tranquilidad de la noche, tenía la sensación de que su mente captaba   una figura oscura que  merodeaba  cerca de él y le observaba.

 

Tenía un cierto temor ¿Tal vez era el espíritu de un antiguo sabio a quien estaba leyendo e investigando aquellos días? ¿Era un mago negro que le estaba vigilando? 

 

 

   -Sin duda es un enemigo. Se va a enterar-se dijo a sí mismo.

 

    Tomó la decisión de lanzarle unos rayos de luz, que le quemasen, que le aniquilasen, que le hiciesen desaparecer.

Y su acción agresiva pareció tener éxito, por lo menos su mente se quedaba tranquila.

 

Sin embargo, la sensación se reproducía esporádicamente ¡Quizás, era una alucinación!  Pues en realidad él no veía nada, sino que su cerebro era el que por alguna causa le hacía ver en su mundo mental aquel ser oscuro.

 

 

   -Pero, si yo solamente voy meditando en algo totalmente distinto-continuaba su diálogo interior - ¿Por qué la meditación se ve interrumpida por una extraña visión?  Sin duda algo debe de haber externo  para que la mente le de la forma de una especie de sombra.

 

    -Tal vez es el morador en el umbral- sugirió un amigo suyo.- Quizás te estás viendo a ti mismo. Ya sabes, cuando alguien comienza a evolucionar tiene que enfrentar todo lo “malo” que ha creado a lo largo de su historia así como todo lo “bueno”.  Uno está representado por el morador en el umbral y el otro por el ángel de la presencia.

 

       Juan, se quedó pensativo.  Quizás su amigo tenía razón. Así pues ¿Qué podría hacer con aquella sombra, que en realidad quizás podía ser parte de sí mismo?

         Desde aquel punto de vista contempló a aquella sombra. A lo largo de vidas y vidas el punto de conciencia que se llamaba ahora Juan, había tenido muchos nombres, había adquirido muchas cualidades. Se contemplaba a sí mismo en épocas más lejanas sobreviviendo ante circunstancias adversas. Había tenido que adaptarse a leyes totalmente distintas.  Y lo que ahora nos podía parecer atroz o repulsivo, en otras épocas había sido lo más hermoso que un animal-hombre había sido capaz de conseguir. Y la Vida que impelía inexorablemente  a todas las pequeñas y minúsculas chispas y semillas de conciencia  sembradas en los corazones de todos los reinos de la naturaleza, creaba nuevos patrones de conducta. Lo que antes era bueno, se transformaba en menos bueno para terminar por ser nocivo al propósito de la evolución.

 

    Y allí permanecía su propia sombra, su propio hijo, legado de un pasado remoto. Le observaba con un sentimiento de abandono, con una expresión en su rostro de incomprensión. Le preguntaba por qué. Él le había servido permanentemente cuando le había necesitado. Había sido la fuerza del guerrero intrépido, o el siervo de otros señores para que Juan el esplendoroso mago llegase a donde se encontraba en estos precisos momentos. Aquella sombra había pasado por innumerables vidas sirviéndole. Esa sombra había tenido que ser bufón de algún noble, había tenido que trabajar en labores de extrema dureza física. A veces había jugado a los dados en lúgubres tabernas donde los vapores del alcohol aniquilaban las voluntades de los hombres. En ocasiones había servido al amor en condiciones más deplorables. Pero al fin y al cabo, toda la experiencia actual, todo el resplandor de Juan se debía a que se había subido a los hombros de esa sombra y había podido conquistar el actual cielo en el que residía.

 

    Todos aquellos pensamientos le llenaron de amor, de una infinita compasión hacia quien era parte suya.

 

    Y cuando las estrellas titilaban en el firmamento. Cuando  la brisa cálida de aquel verano que finalizaba le acariciaba el rostro. Cuando le pareció percibir de nuevo a su sombra, se dirigió hacia ella con profundo amor compasivo y la abrazó.

 

      Mientras ambos, la luz y la oscuridad se fusionaban en una única unidad de conciencia, el corazón de Juan se sintió colmado de resplandeciente felicidad. La sombra no volvió a aparecer , y el aprendiz de mago comprendió que se había acrecentado su virtud. Que el morador en el umbral tenía una nueva oportunidad en el largo proceso de evolucionar.

 

 

Texto e ilustraciones: Quintín García Muñoz

 

 

 

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