APUNTES
SOBRE ZUERA
Zuera.
Migas y joteros.
Migas y joteros.
Una de las más bellas experiencias que puede tener un ser humano
es reunirse esporádicamente con sus amigos y allegados y disfrutar
de unos momentos de asueto.
La alegría puede ser resultado de jugar un partido de fútbol
con un equipo formado por compañeros de trabajo, del pueblo o
por amigos; de una excursión realizada por un grupo de montañeros;
un equipo aficionado de ciclistas; de un grupo musical...
Esencialmente, lo que proporciona ese momento de felicidad añadido
es el sentirse parte de una actividad en grupo. Nada hay en la vida
que dure eternamente y mucho menos los efímeros instantes de
felicidad. Y además, si no fuesen breves, no aportarían
esos sentimientos que permanecen para siempre en el corazón de
los actores. Pensar que la felicidad es la situación normal del
ser humano es, probablemente, no entender la vida.
Es precisamente porque en la vida se pasa regular, porque hay que trabajar,
porque no conseguimos todo lo que deseamos, porque en ocasiones sufrimos
múltiples decepciones, porque para conseguir algo siempre es
necesario un esfuerzo, y porque desde muy niños, desde que llorábamos
porque no satisfacían nuestros caprichos, y porque si los conseguíamos,
el efecto de satisfacción apenas duraba... por todo eso y por
muchas razones más que los psicólogos seguro que indicarían,
tenemos inculcado en nuestro subconsciente que si existe un instante
de felicidad hay que saborearlo y no intentar prolongarlo más
de lo que da de sí.
Aunque algunas veces los amigos de mi suegro se reunían en el
corral de sus propias casas, durante un tiempo todos acudíamos
a un campo que alguien tenía en Dosaguas. El caminico de San
Juan, después de pasado el puente de maderos que se cruzaba para
ir al cementerio, tenía un desvío a la izquierda que llevaba
a una arboleda junto al río Gállego. Posteriormente el
camino llegaba hasta el puente del tren y continuaba a San Mateo.
Como bien se sabe, las migas pueden hacerse de muchas formas, pero las
que hacían allí eran poco más o menos así:
Primero se pelaban unas patatas y se cortaban en rodajas finas. Después
se cortaban varias cebollas, dependiendo de la cantidad de asistentes.
Se pelaban unas cabezas de ajos.
Segundo,
se encendía el fuego, se ponían las trébedes y
la sartén, que ya estaba muy curtida por innumerables reuniones
gastronómicas, tanto de migas como de rancho.
Tercero, el sebo (esencial y abundante) que se había cortado
en trocitos se echaba en la sartén. Se le añadía
una buena cantidad de aceite.
Cuarto, cuando los trocitos de sebo ya se habían encogido, se
echaban las patatas y un poco de sal.
Quinto, pasados dos o tres minutos se añadía la cebolla
cortada. Se freía y se daba vueltas hasta que se doraban los
ingredientes.
Sexto, llegaba el momento de echar las migas que se habían humedecido
con agua.
Había que tener en cuenta dos cosas: que el fuego fuese muy lento
y dar vueltas continuamente a las migas para que no se agarrasen.
Se probaban las migas para ver si necesitaban un poco más de
sal, y cuando se comprobaba que estaban en su punto, se les añadían
unos ajos picados y se servían. En ocasiones se comían
con unos granos de uvas, y, por supuesto, lo que no podía faltar
era una buena bota de vino.
Beber bien en bota tenía su truco. Había que levantarla,
apretarla fuertemente, que entrase con fuerza sin salpicar ni atragantarse,
y si era posible generar un peculiar sonido; al final había que
ser capaz de no mancharse la camisa.
Después venían las costillas de ternasco entre chistes
e historias graciosas.
Postre, que podía ser una buena tarta, y café, copa y
algunos, cigarro.
Cuando los participantes estábamos felices, los joteros nos deleitaban
con bellas jotas. Por último, la pieza que nos ponía el
vello de punta: Los Sitios de Zaragoza. Los joteros, con sus guitarras,
bandurrias, y un laud conseguían llevarnos al culmen de la felicidad.
Naturaleza+comida+música+buena compañía = Felicidad
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