ZUERA

Zuera. Colegio de las Monjas

 

El colegio de las Monjas

Es curioso cómo funciona la memoria. A lo largo de varios años apenas si recordamos dos o tres acontecimientos. Y respecto al tiempo que pasé en el colegio de la calle Navas, sólo recuerdo dos cosas. Vagamente veo los columpios, pero no los que supongo que fueron los originales, sino los que ocho o diez años más tarde reconstruyeron sobre el patio de cemento que daba entrada a la nueva y bella capilla donde iba a ayudar al sacerdote como monaguillo. Y aun así todo permanece en la bruma.


La hermana Pascuala me enseñó a leer. No tiene rostro, es simple-mente una sensación de calidez o quizás es que la recuerdo porque se me quedó grabado el nombre y mi madre me lo recordó. Pero sí recuerdo las fichas que nos ponían delante. Una para cada letra. Y si tuviese que decir alguna, imagino que sería para la B, un burrito, aunque me desorienta creer que en una lámina había un tren y ponía Piiiii.


Parece ser que estuve tres años y medio. Y el bagaje memorístico es escaso.


La segunda imagen relacionada con las monjas, imagino que debió pertenecer al último año.


Llovía a cántaros, el callizo de San Juan que iba de la calle Mayor a la calle Navas estaba prácticamente inundado de agua, y yo caminaba feliz con mis botas katiuskas, que probablemente mi madre habría comprado a plazos en el comercio del señor Manolo en la calle Mayor.


A pesar de que a mis padres casi no les llegaba para terminar el mes, probablemente prefirieron sacrificarse y llevarme a las Monjas, aunque tuviesen que pagar una módica mensualidad.


Después de estar con la hermana Pascuala, continué con la hermana Esperanza, a quien todavía vi varios años más en la iglesia. Era un poco más dura.


Los párvulos de Zuera tenían dos opciones, ir a las Monjas o ir a las Escuelas, y a la edad de siete años los niños de las Monjas pasábamos a las Escuelas, lo que creo que explica que ingresase en el colegio Odón de Buen en Enero.

 


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