LA GRUTA OSCURA

LA GRUTA OSCURA 1/5

Héctor regresaba a su hogar, cuando en una de las bifurcaciones, que apenas recordaba, contempló una bella y rara flor en la entrada de una gruta al final de un desfiladero.

Se acercó a aspirar su aroma. Le recordaba tiempos pasados. Continuó, espoleado por la curiosidad, por el angosto pasaje hasta la boca de una gruta.

Desde la oscuridad, alguien le llamó.

Aunque Héctor era una persona prudente, en aquella ocasión se envalentonó, más de lo que debía, y se introdujo en la oscuridad.

La dulce fragancia y los embaucadores sonidos que desprendía aquella ausencia de luz parecía rodearle cariñosamente.

Se dejó llevar por las ondulaciones que parecían desprenderse de algún lugar... se sentía feliz... Se sentía acogido como si de un niño se tratase.

En aquel dulce estado permaneció un tiempo indefinido... un segundo, un minuto, una hora... dos, tres... ¡quién podía ser capaz de medir la velocidad de un reloj enjaulado en un espacio sin tiempo!

Perdido, abstraído en lo más profundo de su mente, le pareció que un aguijón gigante le había picado.

Preocupado salió a la luz... y en verdad que tenía clavado algo parecido al aguijón de un escorpión.

Intentó abandonar la cueva, pero ya parecía tarde, la extremidad de un gigantesco escorpión le impedía ponerse a salvo.

Decidió sentarse en la penumbra. El dulce aroma de la cueva volvió a rodearle... se olvidó por unos segundos de su situación, pero nada más que intentó alcanzar con sus manos los cercanos rayos de sol que incidían en las piedras de la entrada, el aguijón se introdujo más profundamente.

-Suéltame -le rogó Héctor.

-Te he dado mi aroma... no puedes dejarme - pareció escuchar en su mente.

-Yo te he dado parte de mi corazón... creo que estamos en paz.

-No he sentido tu corazón -respondió alguien en su interior.

-Tal vez es que tu aroma no te deja sentir la fragancia de mi corazón-respondió Héctor.

-No permitiré que me dejes - escuchó un sonido atronador.

Héctor debería haber sentido odio, pero contrariamente a lo que parecía ser lógico, percibió la soledad de aquel monstruo en la oscuridad.

Pasaron más fracciones de aquel tiempo-espacio que nadie podría medir. Notó cómo el veneno se distribuía por sus venas... cómo le llegaba al corazón, casi a cada rincón de su cansado cuerpo. No lo dudó más, consiguió sacar un machete de explorador de su mochila y cortó el largo apéndice con aguijón de aquel terrible escorpión que cubría su esencia más interna con bellos y aromáticos ropajes...

Salió a la luz del día... con el mismo puñal intentó sacar el aguijón incrustado en su cuerpo... Extrajo de su botiquín, aunque no lo recomendaban, alcohol y algodón y curó la herida externa... aunque todavía era pronto para saber si el veneno que había invadido su sangre se disolvería y se disiparía sin mayores consecuencias.

-No me dejes, por favor... -susurró algo desde la cueva...